Luces de la Palabra de Dios ante «la grieta»
Homilía en el Te Deum del 9 de Julio de 2019
Mons. Eduardo María Taussig
Obispo de San Rafael
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús
General Alvear – Mendoza
Sr. Intendente de General Alvear, Lic.
Walter Marcolini
Sres. Concejales del departamento de
General Alvear
Sr. Jefe de la Distrital II de
Seguridad Zona Sur de la Policía de Mendoza, Comisario General y Marcelo
Calipo, y miembros de la Fuerza
Sr. Delegado de Irrigación, Ing. Mario
Barbieri
Funcionarios municipales
Reinas presentes
Sr. Decano del Decanato Alvear, Pbro.
Lic. Fermín Rausch
Sr. Cura Párroco de la Parroquia del
Sagrado Corazón, Pbro. Horacio Valdivia y sacerdotes presentes
Hermanas religiosas
Vecinos y feligreses de General Alvear
Queridos hermanos todos:
Introducción
Con mucho gusto y alegría he venido hoy
a celebrar el Te Deum del 9 de Julio a General Alvear y a compartir con
ustedes, autoridades y pueblo de esta querida y pujante ciudad y departamento,
este momento especial de conmemoración de la independencia patria. Momento de
oración por nuestros próceres que nos la legaron a costa de su sangre y de sus
luchas, y de súplica, también, por nuestras necesidades actuales y futuras
Doscientos tres años de vida
independiente atesoran muchos acontecimientos, buenos y malos. Es una ocasión
para agradecer y para aprender. Para valorar y para reflexionar. Para renovar
nuestro compromiso agradecido con la Patria común y para animarnos
recíprocamente a asumir las responsabilidades de cada uno al servicio del bien
común.
En el ámbito sereno y confiado que
nuestro conocimiento y amistad nos permiten, deseo expresar algunas reflexiones
que nos ayuden a seguir creciendo en la construcción de un General Alvear, de
una provincia de Mendoza y de una Argentina mejores, más justos, más fraternos
y más solidarios para el bien de todos.
1. Una preocupación
compartida
En la reciente visita ad limina
al Santo Padre Francisco que, con mis hermanos obispos tuve ocasión de realizar
en Roma en el pasado mes de mayo, conversamos con el Papa, muy fraternal y
francamente, sobre su preocupación, compartida por todos nosotros, acerca de un
rasgo particular de la situación argentina: «la grieta».
La famosa «grieta» que tanto se ha
agrandado en los últimos tiempos y que, en momentos electorales como los que
estamos viviendo, corre el riesgo de dejar heridas muy hondas y de acentuar la
división y los enfrentamientos que tanto daño nos hacen a los argentinos.
La grieta entre gobierno y oposición,
entre un partido y otro, entre un frente electoral y el contrario, entre
«verdes» y «celestes», defensores de las dos vidas o del aborto, etcétera.
Grieta que divide la sociedad en marchas y campañas de todo tipo. Y que divide
también las familias, las amistades más entrañables y los vínculos más
antiguos.
Ante esta realidad, el Santo Padre nos
exhortaba a los obispos a «tender puentes», a construir la «cultura del
encuentro», a procurar que la fraternidad y la solidaridad primen sobre los
egoísmos y las apasionadas visiones enfrentadas.
Esto intentaré con mis reflexiones de
esta mañana.
El clima cercano y casi familiar de
nuestra asamblea litúrgica, el hecho de que todos nos conocemos en General
Alvear y tenemos un trato asiduo, cimentado en relaciones de familia y de
vecinos de muchos años, abonado por tantos buenos recuerdos y experiencias
fecundas, me anima a dejarme guiar por la Palabra de Dios que hemos escuchado
con atención y a proponerles con franqueza, casi «sin anestesia»
podríamos decir, algunos puntos para nuestra reflexión, examen de conciencia,
quizá conversión y cambio de actitudes, y, sobre todo, buenos propósitos para
el futuro que todos queremos legar a nuestros hijos. Y ¡ojalá lo que podamos
vivir y compartir en nuestro «pago chico» sea una luz que se proyecte a ámbitos
cada vez más amplios!: la provincia, la Patria toda y –por qué no… en nuestro
mundo globalizado… – al mundo entero.
2. «Todo […] aquel que insulta a su
hermano, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la
Gehena de fuego » (Mt. 5, 22).
Uno de los signos más preocupantes de
la grieta es la violencia verbal.
La agresividad con las palabras –
insultos, descalificaciones, calumnias, denuestos, etcétera – ha crecido en los
últimos años de una manera alarmante. En la televisión y los medios de
comunicación masivos. En las redes y el mundo digital: en los memes, los posteos
o los comentarios a las noticias de los diarios digitales. También llega,
lamentablemente, al trato entre vecinos y aun a la intimidad familiar. Lo noto
particularmente cuando viajo a Buenos Aires y percibo la tensión y agresividad
en los rostros, en la brusquedad del tránsito automovilístico o peatonal, en la
rispidez de trato en los comercios… en el clima humano exasperado y
tensionante, que hace añorar vivamente la apacible experiencia de nuestro trato
respetuoso y cordial que distingue a todo el Sur mendocino.
La palabra de Jesús es muy interpelante:
vincula la violencia verbal al quinto mandamiento, a «no matar». Como diciendo
que la palabra que sale de la boca contiene la misma energía homicida que un
puñal o un fusil, aunque no llegue a consumarse el crimen. En esta parte de su
primer discurso, el Sermón de las Bienaventuranzas, en la presentación de su
doctrina moral es taxativo: no es posible insultar o maldecir al hermano sin
arriesgarse a la condena del infierno; no es posible acercarse al altar, a
vincularse con Dios por medio de un sacrificio si uno no se ha reconciliado con
el hermano a quien ha ofendido con la palabra.
Recuperar el respeto, el buen trato, la
amabilidad y la afabilidad nos hará mucho bien. En Alvear y, en general, en
nuestros pueblos, conservamos estas virtudes. Aunque se nos escapa en las redes
y en el mundo adolescente o juvenil, con una masificación propia de la cultura
global que cuesta contrarrestar. Pero sin duda todos podemos esforzarnos en
conservar nuestra riqueza de trato y ¡proyectarla a los ámbitos más amplios de
nuestro accionar!
3. «Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí,
y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno» (Mt. 5, 37).
Otra corrupción de la palabra, quizá la
peor, emparentada con la palabra violenta, es la mentira.
La mentira tiene un gran poder de
corrosión social. Genera desconfianza, división, engaño y grietas irreparables.
«Viene del Maligno», nos advierte Jesús. Y lleva a la oscuridad, al triunfo del
poder de las tinieblas, a la esclavitud de la falsía y la deshonestidad.
No puede ser que un sinónimo de
«político» sea ‘capaz de mentir’, de disfrazar tanto la verdad y de hacer
tantas piruetas con las palabras que no se puede confiar nunca en que lo que
dice hoy lo va a hacer mañana, o lo que rechaza hoy no lo aceptará en el
futuro. En las campañas electorales, todo promesas. En el gobierno, muchas
veces, lo contrario a lo anunciado. En temas esenciales, como el respeto a la
vida desde su concepción hasta la muerte natural. O en temas más opinables,
como la estabilidad monetaria, la minería y el cuidado del agua, o la apertura
al comercio internacional, que todos tenemos derecho a apoyar o a rechazar,
pero conociendo con sinceridad sus pareceres y planes.
Los electores tenemos derecho a
propuestas definidas, claras y concretas, sin ambages. Los candidatos tienen el
deber de exponer sus principios y propuestas claras, precisas, sin confusiones
ni ambigüedades. La veracidad, la honestidad y la transparencia son patrimonio
de los hombres nobles, confiables y sinceros. La mentira, la oscuridad y la
ambigüedad, son un tobogán para la caída en la corrupción, el desaliento y el
fracaso social.
En nuestros pueblos sabemos bien el
valor de la palabra y cuidamos el honor y el respeto a lo prometido. Procuremos
cultivar con esmero cuanto nos enseñaron nuestros padres y abuelos, como
nuestros próceres, quienes, esforzados y luchadores, pobres a veces, pero
siempre con la frente alta para mirar a los ojos, nos dejaron un ejemplo y un
camino para seguir e irradiar.
4. «Trata de llegar en seguida a un
acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él…» (Mt. 5, 25).
Estas palabras de Jesús, en su sentido
inmediato, valen para el ámbito judicial. Hoy las traduciríamos diciendo que
una buena mediación o un buen arreglo extrajudicial es mejor solución a un
conflicto, laboral o de otra índole, que una demorada e incierta sentencia.
Pero la enseñanza de Jesús vale
también, en un horizonte interpretativo más amplio, para las decisiones
políticas y la gobernabilidad que afecta a todos.
La grieta se agudiza cuando, por
motivos egoístas o subordinados a meros intereses electorales, lo que se
consideraba bueno durante el gobierno de un sector se convierte en malo cuando
lo hace la oposición en un período subsiguiente. Ejemplo de estos días puede
ser el acuerdo comercial con la Comunidad Europea, aunque habría muchos otros
para mencionar, pero no es el momento apropiado para hablar de ello ahora.
Si no logramos tener políticas de
Estado, con una mirada más allá de un período electoral o de gobierno, para
General Alvear o para la Nación toda, no podremos salir adelante. Si la grieta
no es superada por puentes que, con magnanimidad y horizontes más amplios,
construyan alianzas estables: entre el campo y la industria, entre el interior
y la Capital, entre las finanzas y las fuerzas productivas, entre empresarios y
sindicalistas, entre patrones y operarios, entre políticos de un color y del
otro… si no somos capaces de verdaderas políticas de Estado a largo plazo,
todos nos perjudicamos y, como decía el Martín Fierro «si los hermanos se
pelean, se los comen los de afuera». En el mundo interconectado y en la era de
la globalización, este apotegma cobra especial valor.
La política naturalmente confronta
intereses en pugna y personas que se convierten en adversarios por sus puntos
de vista diferentes, contrastantes muchas veces. Pero si prima la sensatez y la
solidaridad fraterna, cuando los mecanismos racionales y previstos por la
democracia se activan, luego todos debemos trabajar para adelante buscando el
bien más alto de la comunidad. Si no… ¡nos comen los de afuera!
¡Espero que el espíritu que distingue a
Cámara de Comercio de General Alvear y a otros sectores de esta ciudad, que han
dado pruebas de unidad para objetivos comunes a pesar de sus diferencias
particulares, pueda afianzarse y proyectarse, en esta línea, con vigor y
excelencia!
5. «Amen a sus enemigos, rueguen por sus
perseguidores» (Mt. 5, 44).
La política es un ejercicio de caridad,
una «forma sublime del amor cristiano», decía San Juan Pablo II. Para los
cristianos nace del amor como virtud teologal, como participación del amor de
Dios que se nos regaló en Jesucristo, y lleva a mayor amor.
Por eso, si bien deberíamos tener solo
adversarios en los avatares políticos, aun cuando llegue a haber «enemigos», el
amor tiene que abrazar con su potencia sanadora todas las diferencias y superar
todos los enfrentamientos.
Hoy, debajo de la grieta hay mucho
odio. Hay rencor herido, hay ansias de revancha y de venganza avasalladoras de
la justicia, existe la oscuridad tenebrosa que destila aversión a Dios y al
hombre, a la vida, al bien y a la belleza.
Pero sabemos que los cristianos tenemos
un arma poderosa que venció en la Cruz. Los brazos abiertos pidiendo perdón por
«los que no saben lo que hacen», siempre templan nuestros corazones para
transitar por el camino del amor y, como decía San Francisco, para que «donde
haya odio pongamos amor, donde haya ofensa pongamos perdón, donde haya
discordia pongamos unión».
6. «No hagan nada por espíritu de
discordia o de vanidad, y que […] cada uno busque no solamente su propio
interés, sino también el de los demás» (Fil. 4, 3-4).
Las palabras de San Pablo, uno de los
mejores y más celosos discípulos de Jesús, que, si bien no escuchó el Sermón de
la montaña personalmente lo vivió de una manera ejemplar, nos permiten cerrar
la reflexión de hoy.
Por un lado, nos advierte de una de las
causas más frecuentes de la grieta: la discordia y la vanidad. ¡Tantos egos
sobrevaluados que llevan a la pelea! ¡Tanta devaluación, no de la moneda sino
de la consideración del prójimo, y tanta autoestima exagerada de la propia
capacidad, que llevan a los enfrentamientos! ¡Tanto anteponer el propio yo y
los propios beneficios egoístas al bien de todos, que ahondan la fractura y la
fragmentación social!
Por otro lado, San Pablo, con palabras
sencillas nos da la solución: buscar el interés de los demás. Especialmente
–podemos agregar– de los más pobres, de los más débiles, de los más
excluidos.
San Pablo superó un muro aparentemente
infranqueable entre judíos y gentiles, entre creyentes y paganos, entre
circuncisos e incircuncisos, y nos mostró en Cristo el puente que supera toda
grieta, el hombre nuevo que derriba todo muro y toda división. ¡A él también
nos confiamos en este día!
¡Aliento tantas expresiones de
solidaridad y de ayuda a los demás que se viven cotidianamente en General
Alvear! Los felicito por ese espíritu corporativo y de unión que los distingue
y se manifiesta, por ejemplo, en la Fiesta anual de la Ganadería del Sur
mendocino. Y les encomiendo que puedan irradiar con tesón y ejemplaridad este
buen ejemplo a círculos cada vez más amplios de la provincia y de la Patria
toda.
7. Conclusión
En el canto del Te Deum se
armonizan notas y melodías, letras y frases, gargantas y corazones, voces de la
tierra y del cielo para elevar a Dios alabanza, gratitud, súplicas y ofrenda.
Que la guía del Coro Benedictus,
dirigido por el profesor Wilson Bustos, que hoy interpretará el Te Deum
gregoriano, nos permita a todos unirnos a la Palabra de Dios que hemos meditado
para hacer una oración agradecida y confiada, humilde y sincera, valiente y
comprometida, y para elevar nuestras súplicas por la Patria en el doscientos
tres aniversario de su nacimiento.
Y que Nuestra Señora Itatí hoy nos
acompañe y proteja con su intercesión maternal.
¡Feliz día de la Patria!
¡Amén! ¡Que así sea!
+ Eduardo María Taussig
Obispo de San Rafael
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