EMBARAZOS INESPERADOS
UN MODO DE ACOMPAÑAR
UN MODO DE ACOMPAÑAR
por Marina de Martini de
Morad
En
esta Argentina de pleno siglo XXI, ¿es el aborto la mejor solución que el
Estado y la sociedad podemos ofrecer a la mujer que sufre frente a un embarazo
inesperado?
Desde hace muchos
años acompañamos, junto con un grupo interdisciplinario a mujeres con
embarazos inesperados, no buscados, no deseados.
Cada una llega con su propia angustia y
buscando una solución a su problema. La noticia les resulta imposible de
sobrellevar, definitivamente no está en sus planes.
Razones hay tantas como seres humanos,
pero por detrás, presiones, miedos, inseguridades. ¿Qué tengo yo para darle?
¿Estaré preparada para un hijo? No es el momento. En esta etapa de mi
vida, un hijo me corta mis proyectos, mis sueños… Hoy es imposible,
mañana puede ser...
Las presiones son de todo tipo: miedo a desilusionar a
los padres, que la pareja la deje, no poder darle lo que necesita, que la echen
del trabajo donde está en negro, el entorno que le dice que un hijo le va a
arruinar la vida ... y así casi sin darnos cuenta nos abre su
corazón cargado de incertidumbre, y comparte sus miedos más profundos.
Muchas veces muestra una gran desvalorización de sí
misma, acuñada por maltrato o porque nadie le dijo nunca que es capaz, que con
ayuda y amor se puede, y cree que desembarazándose "del
problema" su vida seguirá igual que antes.
Con escucha atenta, mucho respeto y
valoración, se va sintiendo contenida. Muchas veces confiesa que nunca antes
había podido contar su historia. Abandonos, violencia, vínculos dañinos, todo
va aflorando... y poco a poco va viendo más claro: los problemas son otros, no su
embarazo.
Para poder pensar en abortar, la mujer tiene
que pensarlo a su hijo como una “cosa”: un conjunto de células, un coágulo, un
tejido, y estar muy agobiada por las circunstancias, porque de lo contrario
sería incapaz de hacerlo.
Este
proceso de deshumanización, que se produce de forma inconsciente pero
necesaria para que pueda considerar la opción del aborto, tiene un efecto de
“anestesia emocional”. Esgrime miles de razones, pero trata de no conectarse
con sus sentimientos, porque en el fondo ninguna mujer quiere un aborto.
Nosotros seguimos escuchándola, tratando de
comprender sus preocupaciones.
Frente a este ser mirada en su dignidad, en
sus inmensos logros, a pesar de llevar muchas veces una vida muy dura, la mujer
empieza a poder mirarse a sí misma de otra manera. Descubre que tiene algo para
dar, empieza a juntar fuerzas para poder enfrentar a los que le dicen que no va
a poder. De a poco comienza a tener una visión más confiada de sí misma, y
lo que antes era un problema, empieza a ser visto como hijo, y este hijo
no esperado termina dando muchas veces luz y sentido a una vida difícil.
¿Es siempre así? En nuestra
experiencia esta mujer está necesitando cobijo y comprensión, no que la
ayudemos a seguir lastimándose.
La
mayoría de las mujeres que acompañamos termina optando libremente por la vida
de su hijo, quien pasa de no deseado y rechazado, a ser profundamente amado.
Tenemos cientos de testimonios. Nunca se arrepienten de haberlo tenido.
El tener que superar críticas y obstáculos las
fortalece. Se sienten orgullosas de haber enfrentado la situación de una manera
que antes les resultaba imposible imaginar.
Me pregunto: ¿qué hubiera pasado si a todas
esas mujeres en lugar de escucharlas, de informarlas, de mostrarles sus
fortalezas a pesar de su vulnerabilidad (material o afectiva), les hubiéramos
“solucionado su problema” con un aborto?
Los problemas hubieran continuado, seguramente
agravados por esta nueva herida. Porque muchas veces el aborto se
convierte en un eslabón más en un camino autodestructivo.
¿Qué pasa con la mujer que a pesar del
apoyo no quiere reconsiderar las opciones?
Generalmente
se encierra en sus miedos, no se siente capaz de seguir adelante y termina
abortando, en la búsqueda de una paz que lamentablemente nunca llega.
Esta es la parte más triste de nuestra labor:
acompañar el terrible dolor de esas mujeres que de golpe se descubren madres de
un hijo que ya no está y que toman conciencia que no hay vuelta atrás.
Muchas se sienten completamente solas a pesar
de que su decisión fue apoyada por muchos… que ahora ya no están para
acompañarla. Y recurren a nosotros...
No es la clandestinidad ni la asepsia del
lugar lo que las desgarra, es el sentirse vacías, es el no saber ya nunca más
como era o hubiera sido su hijo o hija...
Les cuesta mucho perdonarse y perdonar a los
que la presionaron, y tienen que recorrer
un largo camino para poder retomar proyectos o sueños, dicen que nunca volverán
a ser las mismas...
Algunas de las que vienen nos cuentan que
tienen dos o tres abortos ya hechos, tratando de esta manera de demostrarse que
actuaron bien, que no les afecta lo que hicieron... pero al rato nos
cuentan que les cambió el carácter, el ánimo, se les fueron las ganas de ser
madres o de estar en pareja, se boicotean de miles de modos el poder ser
felices.
¡Cuánto dolor hay en las madres de hijos que
ya no están por propia decisión, cuánto les cuesta perdonarse a sí
mismas… muchas prefieren callar y sufren en soledad esas cosas que no cuentan a
nadie y que las acompañan sin cicatrizar!
Por eso cuando se considera el aborto como un
derecho a defender, como un logro de una agenda progresista a favor de la
mujer ¿saben realmente el sufrimiento, el daño que provoca, la profunda herida
que deja el aborto en sus vidas? ¿Puede ser esto considerado un progreso para
la mujer?
Hoy
en día no hay mujeres que vayan presas por abortar pero sí hay mujeres que
sufren en soledad el dolor por ese hijo que ya no está, por haberse sentido
vulnerables y sin salida. Algunas peor aún, sufren las consecuencias del aborto
sin reconocer el origen, lo que les dificulta aún más hacer el duelo y sanar
esa pérdida.
En estos tiempos muchos exhortan a
"deconstruir" certezas. ¿Podemos seguir negando las consecuencias
dañinas del aborto, sea este clandestino o legal? ¿Podemos seguir ignorando
que, más allá del deseo de la mujer, hay otro ser humano afectado?
En esta época de la ecografía 4d la
mujer puede ver con toda claridad a su bebe de pocas semanas, puede ver su
rostro. Ver el rostro de alguien es reconocer que hay un otro. Y lo llamen como
lo llamen: feto, persona o embrión, querido o no querido, la mujer sabe que ese
otro, ese rostro, es el rostro de SU hijo. No hay relato que pueda
tapar esa evidencia.
Creo que esta genuina preocupación
es una buena oportunidad para unirnos, más allá de partidos e ideologías, en la
búsqueda de proyectos que sean respuestas a necesidades reales: muchos más
centros de apoyo donde se informe y acompañe a mujeres con
embarazos inesperados, viviendas para madres solteras y sus hijos a las que tan
difícil es lograr que les quieran alquilar, guarderías para que puedan
dejar a los hijos y trabajar, trabajos temporarios para embarazadas,
protección a la mujer y a su hijo frente a parejas violentas que quieren que
aborte,ofrecer la adopción como una alternativa de vida, que da tiempo a la
mujer para decidir libremente si quiere hacerse cargo de ese hijo, o una vez
que nace pueda entregarlo legalmente en adopción y así darle la posibilidad no solo de vivir sino de
una familia donde crecer y ser amado…
Hay mucho para repensar e implementar. Es hora
de convertir en frutos abundantes todo el aprendizaje que nos dejó el debate
sobre el aborto, dando respuestas creativas y humanas, abrazando siempre las
dos vidas.
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