¿Cuál es el peso de la
familia en la educación?
Juan Marcos Pueyrredon
Juan Marcos Pueyrredon
Según los
datos del último Estudio Regional Comparativo y Explicativo (Terce) de la
Unesco, la tasa de abandono aumentó en el nivel primario el 1,8% (del 5,1% en
2006 al 6,9% en 2011), mientras que en la mayor parte de los países de la
región (Chile, Uruguay, México) el abandono decreció.
Hasta
ahora, el abandono en la Argentina era un problema grave en la secundaria, (más
del 50% de los alumnos no se recibe), pero nunca lo había sido a nivel
primario, lo que resulta sumamente preocupante y marca un deterioro importante
en el sistema educativo. Al mismo tiempo, si bien los resultados en las pruebas
del Terce mostraron en todos los países de la región una mejoría, en el caso
argentino ésta fue inferior comparativamente; muy modesta en matemáticas y
ciencias naturales y prácticamente nula en lengua, por lo cual subsiste aún el
problema de la falta de calidad en la educación, y se añade ahora, con el
abandono en la primaria, otro problema de inclusión que nunca había existido en
este nivel.
¿Cómo solucionar estas carencias? El informe de la
Unesco destaca un hecho de importancia y es que el factor que más contribuye a
que los chicos no abandonen la escuela y aprendan es la participación de los
padres y el apoyo de la familia en la educación de los hijos. Por cierto que
éste no es el único factor que incide en el aprendizaje y en el rendimiento de
los alumnos, pero es uno de los más importantes y debería ser tenido en cuenta
muy especialmente en el diseño de una política pública que nos permita superar
los problemas señalados: la falta de inclusión y de calidad educativa.
Ya Coleman decía en 1966 como conclusión de su
famoso informe educativo para los Estados Unidos, que la escuela tenía muy poca
influencia en el desempeño académico de los estudiantes, mientras que el nivel
socioeconómico de la familia tenía una importancia excluyente. Sostenía que el
medio ambiente y los antecedentes familiares no constituían una entidad única y
que hay que distinguir entre capital financiero, capital humano y capital
social. El primero incluye todos los recursos monetarios que se aplican a la
educación de los hijos; el segundo, abarca el conjunto de conocimientos, actitudes
y valores de los padres, y el tercero (capital social) está constituido por la
calidad de las relaciones familiares que inciden en la educación de los hijos.
El capital social familiar es fundamental, pues cuanto mayor sea la interacción
de los padres con sus hijos, mayor rendirá el capital humano de aquellos y a la
inversa. Por cierto que las conclusiones de Coleman deben ser matizadas, sobre
todo en lo que se refiere a la muy poca influencia que le otorga a la escuela,
pues como sostienen muchos otros autores, esta afirmación no puede ser tomada
en forma absoluta para los países menos desarrollados, en los que puede influir
un poco menos el hogar y un poco más la escuela en los rendimientos educativos.
En similar sentido, creemos que la importancia de
la familia es mayor en el nivel primario que en el secundario, donde pasa a
desempeñar un papel más importante la escuela, especialmente los docentes y la
organización escolar.
Sin embargo, no deja de ser cierto para cualquier
país que la familia es un factor determinante en la educación de los hijos, no
sólo en lo que se refiere a la calidad educativa, sino también en aspectos
cuantitativos, tales como la escolarización, la deserción y la repitencia. Los
estudios sobre los determinantes de la calidad de la educación, nos dice Juan
Llach, muestran que las variables que más influyen en ésta son las siguientes:
nivel socioeconómico de los padres (NES), ingreso familiar, educación de los
padres y particularmente de la madre, presencia de uno o ambos padres, tamaño
de la familia, número de libros en el hogar y rendimiento cognitivo previo.
Incidencia de la Asignación Universal También es verdadero como dice Tiramonti–
que las familias tienen posibilidades materiales y simbólicas muy diferentes
para apoyar la escolaridad de sus hijos. En nuestra opinión, si bien es cierto
que asegurar la equidad educativa requiere una escuela más fuerte, no es para
quitarles a las familias más pobres el papel fundamental que les atañe en la
educación de los hijos, sino para potenciarlas y ayudarlas a cumplir cada vez y
mejor su cometido.
Un nuevo estudio de marzo de 2019 en los Estados
Unidos revela que, a pesar de las millonarias inversiones del sector público
hacia la educación, la brecha entre los niños más pobres y los más ricos en
relación a los logros educativos no ha sufrido cambios en los últimos 50 años.
(1)
El estudio procura demostrar que resulta de vital
importancia comprender que los primeros pasos que los niños pequeños hacen en
la escuela como así sus comienzos académicos deben estar no tan solo apoyados
por ella, sino principalmente por la familia del menor.
La investigación sostiene que se ha estado
esperando que la escuela logre algo que no puede lograr por sí sola, sino es
con la familia
El estudio fue publicado por la Oficina Nacional de
Investigación Económica (National Bureau of Economic Research) en marzo de 2019
y fue dirigido por el economista Eric Hanushek, el politólogo Paul Peterson y
equipo, que examinaron evaluaciones de estudiantes de entre 13 y 17 años de
edad, entre 1954 y 2001 en las pruebas NAEP, TIMSS y PISA
Entre los principales resultados del estudio se
pudieron observar las grandes brechas que se encuentran en la preparación
universitaria entre los estudiantes según posean o no algún factor de
adversidad en su vida familiar, ya sea marginalidad, padres que no asistieron a
la universidad o familia de bajos recursos.
Por otra parte, se constató que aquellos
estudiantes que tenían problemáticas en sus hogares eran mucho más proclives a
no lograr sus objetivos académicos.
En síntesis, se ha podido probar que existe un
vínculo claro entre el ambiente favorable o no del hogar de los alumnos y el
éxito académico. Por supuesto, ello no significa menospreciar el fundamental
papel de la escuela. Pero no se puede ignorar la relevancia que tiene la
familia y el contexto para el logro de objetivos académicos. Se trata de
reconocer la importancia de la familia como tal, por el soporte integral que
ofrece.
Por ende, para avanzar en la superación de las
brechas de desigualdad, se debe atender a factores que resultan de
trascendental importancia como son: la salud a temprana edad, las buenas
prácticas de crianza, la estabilidad familiar. No es la inversión pública lo
único que se necesita para realizar un equilibrio en la educación y la igualdad
de oportunidades dado que la problemática va más allá.
En este
orden de ideas, el diseño de una política pública que fortalezca a la familia
es sumamente importante. En este sentido, la asignación universal por hijo
sujeta a la obligación para los padres de mandarlos a la escuela, ha permitido
que muchos alumnos secundarios que la habían abandonado volvieran a ella.
Asimismo,
el aumento de las asignaciones familiares por escolaridad, el otorgamiento de
becas a alumnos de escasos recursos de escuelas de gestión pública estatal y
privada, la fijación de políticas empresariales que contribuyan a la
conciliación familiar y laboral, las ayudas sociales a familias numerosas y
monoparentales, la creación de bibliotecas populares, una mayor participación
de los padres en asociaciones y cooperadoras escolares y la educación en
valores son todas acciones directas e indirectas que pueden ayudar
significativamente a fortalecer el papel insustituible de los padres y de la familia
en la educación de los hijos.
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