La ideología de género como mesianismo de liberación
Prof. Alejandra Planker de Aguerre
“Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo...”
Marx. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel
Anales franco alemanes. 1970. Barcelona. Ed. Martínez-Roca p 103
A
modo de introducción: qué nos significa ser libres.
La libertad y la capacidad de ejercer esa
libertad son los dos dones más importantes que se nos han entregado para
realizar la vida humana personal que cada uno de nosotros somos. Ahora bien,
para no faltar a la verdad, es más apropiado decir que estos dones se nos “dan,
entregan y nos sostienen” en cada instante de nuestra existencia. La vida y la
libertad son regalos continuos, permanentes y persistentes.
Esta libertad, como la vida que
necesariamente la supone, es un don y una tarea. Es un don que gratuitamente se
nos concede y es una tarea que facilitará, mediante nuestras capacidades más
genuinas, el despliegue de lo que estamos llamados a ser. En la medida en que
aceptemos esta libertad responderemos a nuestra vocación. Recordemos que esta
libertad tiene alguna restricción: está enmarcada en las coordenadas de la
existencia personal. Pero señala la gran oportunidad de darle al mundo lo que
somos.
Parece redundante tratar sobre el valor
de la libertad en una época en la que ésta, en todas sus formas de
manifestación, está tan presente en nuestra cultura y suponiendo, además, que
todos sabemos de qué se trata ser libre. Ya sea por aprecio o por desprecio, por
aceptación o por olvido, la libertad de expresión, de pensamiento, de acción, de
culto, de prensa, de opinión, de educación, de asociación, de gestión, de
elección y de decisión (y podríamos hurgar algunas más), están presentes en el
discurso cotidiano.
Es por esta sobreexposición de la
libertad que nos interpela la necesidad de pensar sobre el tema. Cuanto más se alzan las banderas de una
libertad que no ofrece límites de acción, más se pierde el sentido real de la
naturaleza de esa misma libertad.
Todos los seres humanos somos libres. La
libertad supone la capacidad de elegir entre bienes. Para discernir cuál es ese
bien que más se ajusta a nuestra felicidad - al fin y al cabo la felicidad es
lo que pretendemos alcanzar en cada resolución y acto realizado - es necesario
conocer las distintas opciones. Pero las opciones han de ser las reales, las
verdaderas, no las que subjetivamente proyectemos y nos parezcan más
convenientes según una situación emocional inmediata. Si las consecuencias de
la elección no nos dirigen a una búsqueda de trascendencia, de plenitud, de
regocijo al descubrir que vamos logrando lo mejor de nosotros, quizás sea el
momento de repensar el camino. En síntesis, no hay verdadera libertad si no se
realiza en la verdad de la realidad de lo que algo es o que nosotros somos.
Quizás para alguno esta noción pueda
parecer una concepción esencialista de la libertad, y por ende, de la
naturaleza humana. Podemos definir la esencia como aquello que nos hace ser lo
que somos. Pero no está acabada, no es perfecta. Tenemos la tarea de
desplegarla en la existencia, esa es nuestra perfectibilidad.
Afirmar que gozamos de una esencia que
nos orienta en las vicisitudes de la vida es reconocer que no estamos vivos por
azar, casualidad o capricho de energías universales… es definirse como queridos
por alguien que nos puso en la existencia con una intención específica, única,
personalísima, y que nos da toda una vida para que descubramos el misterio del
por qué y para qué de ese don. Nuestra
esencia se actualiza, se realiza, en la existencia.
Y si a alguien le resulta poco o nada
convincente saberse querido desde la eternidad, es posible que, sin embargo, no
le resulte tan fácil negar la evidencia de los condicionantes biológicos que lo
trajeron a la vida. Por supuesto que quien no quiera ver, no verá… Nos
encontramos aquí con la primera paradoja de la libertad: para gozar de una vida
libre deberemos aceptar que nuestra existencia se inició en una decisión en la
cual no hemos tenido ninguna, pero ninguna, participación. Podríamos no haber
sido. ¡Pero somos! Esto encarna una gran responsabilidad: cuidar el privilegio
de haber sido llamados a la vida, tal y como se nos da. No es simple ser fiel a
lo propio y escuchar los ecos de la naturaleza dada. Pero si estamos atentos y
somos dóciles a la dependencia de una verdad que nos precede, será más fácil
liberarnos de errores, que muchas veces serán más invenciones e ilusiones
fatuas que faltas de visión.
Liberación
o dependencia: en la verdad no hay antagonismo
Reiteramos, la libertad se realiza en la
dependencia a la verdad. Cuanto más nos reconocemos como seres racionales,
pensantes y capaces de tomar decisiones por cuenta propia, más actuamos en
función de estas convicciones, que se asientan en la esencia de lo que somos.
Pero podría suceder que, por alguna
razón con algún grado de conciencia, nos sintamos más seguros viviendo en
acuerdo lo que nos gustaría, desearíamos o proyectamos ser. O según lo que
otros nos dicen que deberíamos ser, pensar, sentir o vivir. Una actitud de este
tipo no sería la de existir de acuerdo a lo que la realidad nos señala y
fecunda – la realidad siempre enriquece -, sino según una idea pretensa, que se
impone con fuerza para salvar su condición de irrealidad. En síntesis,
enfrentarnos a la propia limitación de la existencia, que es la oportunidad que
se nos da para ser quienes somos, peculiarísimamente, no es tarea sencilla ni
aceptada por todos. Y cabe una aclaración: lo límites son buenos porque
orientan, indican, señalan caminos más firmes. Como la velocidad en una ruta,
podemos rebasarla, pero la responsabilidad es personal. Y podemos afectar
peligrosa y fatalmente también a otros.
Y cuando esta actitud de no respetar los
límites, por no reconocerlos o aceptarlos, se da a nivel de la humanidad toda,
algo debe aparecer como orientación y guía. Un exponente muy claro de esta posibilidad
es Jean Paul Sartre que nos dice en una de sus obras:
”Si Dios no existiera, todo estaría permitido” Este es el punto de
partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no
existe… (…) Si en efecto la existencia
precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una
naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad.
Si por otra parte; Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u
órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni
delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, ni justificaciones,
ni excusas. Estamos solos, sin
excusas. Es lo que expresaré al decir que el
hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí
mismo y, sin embargo, por otro lado libre, porque una vez arrojado al mundo es
responsable de todo lo que hace. (…)…el
hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar
al hombre” [1]
Hacen
entonces su aparición las ideologías que se presentan como orientaciones para
conducirse en el mundo, para cada uno y para todos.
En la III Conferencia de Puebla, convocada
en 1979 por San Juan Pablo II los obispos definían así a las ideologías:
“… a toda concepción
que ofrezca una visión de los distintos
aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad.
(…)Toda ideología es parcial, ya que
ningún grupo particular puede pretender identificar sus aspiraciones con las de
la sociedad global. 535
536. Las ideologías llevan en sí mismas la tendencia a
absolutizar los intereses que defienden, la visión que proponen y la estrategia
que promueven. En tal caso, se
transforman en verdaderas «religiones laicas». Se presentan como «una
explicación última y suficiente de todo y se construye así un nuevo ídolo, del
cual se acepta a veces, sin darse cuenta, el carácter totalitario y obligatorio» (Octogessima Adveniens 28). En
esta perspectiva no debe extrañar que las ideologías intenten instrumentar personas e instituciones al servicio de la eficaz
consecución de sus fines.[2]
Frente
a la ausencia de un “norte” que nos señale cómo alcanzar las metas para que una
sociedad sea más justa y más humana, eclosionan mensajes con intenciones
salvíficas, que persuaden más por su violenta insistencia en la presentación
que por la verdad de su discurso.
Cabe
remarcar que no hay ningún reclamo que no tenga viso de realidad y necesidad de
atención. Cuando surge alguna disparidad de criterios en referencia a la
dignidad de la mujer, al valor de la feminidad y su participación en el mundo
del trabajo, a la insuficiencia del rol del varón padre en su complementariedad
y reciprocidad con la mujer en la maternidad, tenemos que reconocer que hay
falencias ciertas y superables. Sobre todo superables.
Sexo y género
Así
aparece la ideología de género. Hay quienes prefieren llamarla “perspectiva de
género”, pero siguiendo a Puebla, cuando una perspectiva se hace totalizadora y
totalitaria, tratando de explicar desde una parte al todo, se vuelve ideología.
Y el modo de imponerse es a través de “instrumentar
personas e instituciones al servicio de la eficaz consecución de sus fines”[3]
En
este caso el todo es la persona humana y su dignidad, en su carácter de varón o
mujer. La condición sexuada del ser humano es el valor agregado, el “propium”
que toda persona de manera necesaria, ineludible y originaria tiene como
característica unida a su esencia. Esta condición sexuada abarca a toda a la
persona. No sólo a su cuerpo, ni tampoco sólo a su espíritu o racionalidad. El
ser humano como unidad sustancial corpórea-espiritual es varón o mujer. En la ideología de género, siguiendo al más
duro dualismo antropológico, el ser humano (el todo) se configura sin atender
al dato biológico de su sexo. La ideología de género pretende que el hombre se
asuma según una percepción subjetiva que ha de ser absolutamente independiente
de la biología de su condición sexuada (esta es la parte que pretende explicar
al todo).
En
síntesis, en la ideología, enfoque o perspectiva de género no se sostiene que
en el ser humano se presente un sexo dado, natural, determinado biológicamente,
sino que lo que vale es la construcción cultural que determina que el ser
humano sea lo que quiera ser, dentro de un espectro – como el arco iris –
variable, diverso, fluido y subjetivo de posibilidades de género, sin atarse a
la heteronomatividad dimórfica del fijismo binario[4]
del sexo como mujer o varón.
Un
texto conocido, de una autora de género, feminista, nos plantea la
“performatividad” del género. Plantear la “performance” es enunciar que todo
cuerpo es pura construcción que se actúa. Así Judith Butler expresa que el
género es lo que antecede y define a toda configuración humana. Es más veraz
que el sexo.
“Cuando
la condición construida del género se teoriza como algo completamente
independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el
resultado de que hombre y masculino pueden significar tanto un cuerpo de mujer
como uno de hombre, y mujer y femenino tanto uno de hombre como uno de mujer.”[5]
¿Por
qué mesianismo de liberación?
Si al plantear las características de la
naturaleza humana, de su libertad y de los límites que la condicionan, no las
amalgamamos con la humildad que todo ser humano habrá de poseer para aceptar
estas “restricciones”, seguramente la soberbia de querer ser otro distinto de
quien se es irrumpa en el camino de realización personal.
Quizás sea una conclusión demasiado
simple y casi evidente. En la ideología de género se oye sin ambigüedades el
grito del deseo de vivir en una autonomía irrestricta, de autoconstruirse, de
autoconfigurarse como un individuo no necesitante de nadie que le marque rumbos.
La principal antinomia que se presenta
es la de naturaleza y cultura. La naturaleza, según la ideología de género,
impide la libertad de crearse y sentirse dueño de su propio destino. Se ha de romper
con los esquemas de las diferencias – primero fueron las económicas: ricos vs
pobres; luego las sociales y políticas: derechos vs deberes; más tarde las
sexuales: varones vs mujeres. Toda una historia plagada de cercenamiento a las
libertades, de imposiciones de división de tareas, de imperativos procreativos
que no se aceptan como naturales, halla su liberación en la aplicación del
género a la comprensión de la naturaleza humana. Nada más erróneo y alejado de
la verdad del hombre, varón y mujer… Las diferencias resaltan la peculiaridad
de cada realidad. “Las diferencias no son deficiencias sino que están presentes
en todos los planos de la persona y representan una riqueza a compartir.” [6]
Y encuentro coincidencia en
un texto de un amigo español, acerca del mesianismo de liberación de la
ideología de género:
“Como
muchas otras, la ideología de género
tiene algo de mesiánico: trata de redimirnos
de la realidad presente, y de la modesta condición humana. Plantea una
humanidad supuestamente mejor, en la que lo que se enfatiza es la absoluta soberanía del hombre sobre la
naturaleza; propiamente, una liberación de ella. Es la ilusión de un
completo autodominio, que se traduce en independencia de algo con lo que
nacemos, nuestra condición sexuada (Naturaleza
significa, entre otras cosas, “lo que nacimos siendo”). Convertir en una
opción absoluta, enteramente a nuestro arbitrio, lo que desde esa perspectiva
se ve como un lastre limitador, en esta peculiar visión del ser humano se antoja como la manera
prototípica de ser el hombre dueño de su propio destino. Ya no seríamos lo
que nacimos siendo, sino tan solo lo que a nosotros mismos nos hacemos ser. Ser
varón o ser mujer sería un dato fáctico eliminable.”[7]
Puede parecer un pensamiento extremo,
más utópico que realista y que desde el sentido común podría hasta definirse
como absurdo e imposible. Negar voluntaria y explícitamente las diferencias es
no querer ver la realidad. No se trata de ignorancia sino de necedad, y como
decíamos más arriba, se alimenta de soberbia o de miedo a confrontarse con las
diferencias. Dice el Papa Francisco,
"Me pregunto, por
ejemplo, si la llamada teoría del género no será expresión de una frustración o
de una resignación que lleva a eliminar la diferencia sexual porque no sabe
medirse con ella“ Catequesis ,15 abril 2015
No podemos soslayar el carácter
arreligioso (o antirreligioso) de esta ideología en la que se afirma que la
opresión del patriarcado, resaltando las diferencias entre varón y mujer en las
que se somete el sexo femenino al masculino, comienza con la creación de Adán y
Eva. Responde nuevamente en Amoris Laetitia SS Francisco:
“Una cosa es comprender
la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar
ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la
realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador”
(Exhortación apostólica Amoris laetitia, 19 de marzo del 2016, n. 56).
Si “Dios no existe, todo está permitido”
escribió Dostoievsky. Pero alguien debe ocupar Su lugar…y el “Seréis como
dioses” - Génesis 3,5 - sigue latiendo en el corazón de una parte de humanidad
insatisfecha.
Volviendo a los autores de esta
ideología, traemos a quienes la sostienen y tratan de instaurar este nuevo
orden en el mundo. Su ilusión y propósito es hacer que lo que es natural, ya no
lo sea, y que prime la interpretación de una cultura que se acomode a las
conveniencias e intereses más mundanos, terrenales y alejados de toda
trascendencia a lo mejor y más pleno. Insistimos con la idea de que la sujeción
a la trascendencia, reconocer que somos fruto de quien nos quiere con un
propósito, no nos enajena sino que nos perfecciona.
La intención última ya no es la de
subvertir el orden de opresión entre varones y mujeres. Es acabar con las
diferencias. No es una lucha para eliminar la injusticia que puede darse, y se
da, en el reconocimiento de las diferencias. La lucha se da para derribar toda
diferencia. Deconstruir, acabar con el orden dado para construir un mundo sin
limitaciones de ningún tipo. Pero… a mayor igualdad, mayor pérdida de lo
propio. Por lo tanto la limitación se dará igual, sólo que esta vez será la que
imponga la razón humana. Y si el pensar humano es imperfecto, también lo serán
sus resoluciones, más aún al no constituirse sobre la heteronomía de la
realidad.
“Y , al igual que el
objetivo final de la revolución socialista no se limitaba a la eliminación de
los privilegios de los estamentos económicos, sino que alcanzaba la eliminación
de la distinción misma de clases, el objetivo final de la revolución feminista
no debe limitarse – a diferencia de los primeros movimientos feministas – a la
eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar la distinción
misma del sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos debería pasar
a ser culturalmente neutras. (…) Se destruiría así la tiranía de la familia
biológica”[8]
“La rebelión contra la
familia biológica podría aportar la primera revolución venturosa o lo que los
antiguos concibieron como Edad Mesiánica”[9]
Para
Shulamith Firestone, la primera liberación será la de la tiranía de la familia…
el mensaje mesiánico de liberación de la ideología de género habrá de gestar
para sus defensores un mundo libre de opresión y diferencias. Pero quien no se
alinee en esta cosmovisión será tildado de discriminador, será denunciado y
hostigado. El mesianismo de salvación es para unos pocos, no es universal.
Porque es una liberación falsa, un mensaje mesiánico falaz.
A modo de conclusión
La
libertad es un don. Y como regalo se lo acepta en la humildad o se lo rechaza.
Cada cual hará lo propio.
El
ejercicio de esta libertad exige dependencia a la verdad. Cuanto más y mejor
conozco, mejor puedo elegir y más libre puedo llegar a ser. Libertad que se
alcanza como capacidad para audeterminarse al propio fin, según las
posibilidades de nuestra estructura personal (corpórea, psíquica y espiritual).
Por eso es que la naturaleza nos abre a la ejecución de los actos más libres,
al gozo de una libertad más plena, si reconocemos, aceptamos y orientamos
nuestros actos según esa misma naturaleza que somos.
Creer
que la naturaleza nos oprime, porque nos marca límites, y que una ideología nos
libera, porque nos obliga a la autoconstrucción, previo derrumbe de lo que
somos, es creer que la mentira puede convertirse en verdad. Pero la verdad es prepotente
y muestra su luz. Si no resultamos encandilados por las luces seculares, quizás
podamos vivir la verdad.
Termino
con unas palabras del maestro Emilio Komar, que son la propuesta para
orientarse en un mundo de tinieblas y burdas confusiones, y quien enseñó que
ser cómplice del error nunca es opción:
“No
hace falta estar de acuerdo con la corriente. Si la corriente histórica fuese
lo único, entonces ir contra la corriente hubiese sido un suicidio. Pero la
corriente de las vigencias históricas no es lo único. La realidad de las cosas
es muy distinta de la corriente de las vigencias. Lo tremendo habría sido ir
contra la verdad de las cosas. Pero a menudo cuando uno va de acuerdo con la
realidad de las cosas tiene que ir contra las vigencias, entonces eso no es
trágico, simplemente es un trabajo más, una lucha más. […] Nosotros tenemos
entonces posibilidad de desarrollar enormemente lo que verdaderamente somos.
Una persona humana es una especie de átomo, y si se rompe el átomo se libera
una cantidad de energía brutal, el hombre crece y vive y estamos en presencia
de energías incalculables. El problema es que no se promueve la energía, no se
promueve la vida.”
Emilio Komar, Curso de Metafísica, vol. V: Sustancia y Accidente, Bs.As., Sabiduría Cristiana, 2010, p. 119; 121
[1]
Sartre, Jean Paul, El existencialismo es un humanismo https://allmyreadingsquotes.files.wordpress.com/2017/01/sartre-existencialismoeshumanismo.pdf.P.43-4
[2]
Documento de Puebla III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano,
1979
[3]
Ibidem.
[4]
La heteronormatividad hace referencia a las normas que se imponen como
estereotipos que provienen de la ética de la heterosexualidad, que según la
I.deG. es arbitraria y reductiva pues impide la fluidez de la libertad humana
(imposición del varón sobre la mujer, maternidad obligatoria, imposibilidad de
gestionar sobre el propio cuerpo, etc). Es dimórfica porque solo atiende al ser
mujer o varón, de allí binaria y fijista.
[5]
Butler, Judith,EI género en disputa El feminismo y la subversión de la
identidad, Paidós, Barcelona, 2007 pág.55
[6]
Bottini de Rey, Zelmira. Educación
sexual: familia y escuela. Buenos Aires: Educa, 2010. (Familia, Escuela de
Humanidad ; n. 1). Pág. 48
[7]
Barrio Maestre, José María; La antítesis
naturaleza-cultura en la ideología de género. La igualdad no es “igualitaria”
Fides et ratio 3 [Mayo 2018], 91-110, ISSN: 2444-961X, pag.92
[8]
Firestone, Shulamith La dialéctica del
sexo. En defensa de la revolución feminista. Editorial Kairós, 1976,
Barcelona, España, pág. 20-1
[9]
Ibídem, pág. 301
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