jueves, 14 de marzo de 2019

La ideología de género como mesianismo de liberación por Alejandra Planker de Aguerre


La ideología de género como mesianismo de liberación


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Prof. Alejandra Planker de Aguerre


“Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem; y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo...”

Marx. Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel
Anales franco alemanes. 1970. Barcelona. Ed. Martínez-Roca p 103


A modo de introducción: qué nos significa ser libres.

La libertad y la capacidad de ejercer esa libertad son los dos dones más importantes que se nos han entregado para realizar la vida humana personal que cada uno de nosotros somos. Ahora bien, para no faltar a la verdad, es más apropiado decir que estos dones se nos “dan, entregan y nos sostienen” en cada instante de nuestra existencia. La vida y la libertad son regalos continuos, permanentes y persistentes.

Esta libertad, como la vida que necesariamente la supone, es un don y una tarea. Es un don que gratuitamente se nos concede y es una tarea que facilitará, mediante nuestras capacidades más genuinas, el despliegue de lo que estamos llamados a ser. En la medida en que aceptemos esta libertad responderemos a nuestra vocación. Recordemos que esta libertad tiene alguna restricción: está enmarcada en las coordenadas de la existencia personal. Pero señala la gran oportunidad de darle al mundo lo que somos.

Parece redundante tratar sobre el valor de la libertad en una época en la que ésta, en todas sus formas de manifestación, está tan presente en nuestra cultura y suponiendo, además, que todos sabemos de qué se trata ser libre. Ya sea por aprecio o por desprecio, por aceptación o por olvido, la libertad de expresión, de pensamiento, de acción, de culto, de prensa, de opinión, de educación, de asociación, de gestión, de elección y de decisión (y podríamos hurgar algunas más), están presentes en el discurso cotidiano.

Es por esta sobreexposición de la libertad que nos interpela la necesidad de pensar sobre el tema.  Cuanto más se alzan las banderas de una libertad que no ofrece límites de acción, más se pierde el sentido real de la naturaleza de esa misma libertad.

Todos los seres humanos somos libres. La libertad supone la capacidad de elegir entre bienes. Para discernir cuál es ese bien que más se ajusta a nuestra felicidad - al fin y al cabo la felicidad es lo que pretendemos alcanzar en cada resolución y acto realizado - es necesario conocer las distintas opciones. Pero las opciones han de ser las reales, las verdaderas, no las que subjetivamente proyectemos y nos parezcan más convenientes según una situación emocional inmediata. Si las consecuencias de la elección no nos dirigen a una búsqueda de trascendencia, de plenitud, de regocijo al descubrir que vamos logrando lo mejor de nosotros, quizás sea el momento de repensar el camino. En síntesis, no hay verdadera libertad si no se realiza en la verdad de la realidad de lo que algo es o que nosotros somos.

Quizás para alguno esta noción pueda parecer una concepción esencialista de la libertad, y por ende, de la naturaleza humana. Podemos definir la esencia como aquello que nos hace ser lo que somos. Pero no está acabada, no es perfecta. Tenemos la tarea de desplegarla en la existencia, esa es nuestra perfectibilidad.  

Afirmar que gozamos de una esencia que nos orienta en las vicisitudes de la vida es reconocer que no estamos vivos por azar, casualidad o capricho de energías universales… es definirse como queridos por alguien que nos puso en la existencia con una intención específica, única, personalísima, y que nos da toda una vida para que descubramos el misterio del por qué y para qué de ese don.  Nuestra esencia se actualiza, se realiza, en la existencia.

Y si a alguien le resulta poco o nada convincente saberse querido desde la eternidad, es posible que, sin embargo, no le resulte tan fácil negar la evidencia de los condicionantes biológicos que lo trajeron a la vida. Por supuesto que quien no quiera ver, no verá… Nos encontramos aquí con la primera paradoja de la libertad: para gozar de una vida libre deberemos aceptar que nuestra existencia se inició en una decisión en la cual no hemos tenido ninguna, pero ninguna, participación. Podríamos no haber sido. ¡Pero somos! Esto encarna una gran responsabilidad: cuidar el privilegio de haber sido llamados a la vida, tal y como se nos da. No es simple ser fiel a lo propio y escuchar los ecos de la naturaleza dada. Pero si estamos atentos y somos dóciles a la dependencia de una verdad que nos precede, será más fácil liberarnos de errores, que muchas veces serán más invenciones e ilusiones fatuas que faltas de visión.

Liberación o dependencia: en la verdad no hay antagonismo

Reiteramos, la libertad se realiza en la dependencia a la verdad. Cuanto más nos reconocemos como seres racionales, pensantes y capaces de tomar decisiones por cuenta propia, más actuamos en función de estas convicciones, que se asientan en la esencia de lo que somos.

Pero podría suceder que, por alguna razón con algún grado de conciencia, nos sintamos más seguros viviendo en acuerdo lo que nos gustaría, desearíamos o proyectamos ser. O según lo que otros nos dicen que deberíamos ser, pensar, sentir o vivir. Una actitud de este tipo no sería la de existir de acuerdo a lo que la realidad nos señala y fecunda – la realidad siempre enriquece -, sino según una idea pretensa, que se impone con fuerza para salvar su condición de irrealidad. En síntesis, enfrentarnos a la propia limitación de la existencia, que es la oportunidad que se nos da para ser quienes somos, peculiarísimamente, no es tarea sencilla ni aceptada por todos. Y cabe una aclaración: lo límites son buenos porque orientan, indican, señalan caminos más firmes. Como la velocidad en una ruta, podemos rebasarla, pero la responsabilidad es personal. Y podemos afectar peligrosa y fatalmente también a otros.

Y cuando esta actitud de no respetar los límites, por no reconocerlos o aceptarlos, se da a nivel de la humanidad toda, algo debe aparecer como orientación y guía. Un exponente muy claro de esta posibilidad es Jean Paul Sartre que nos dice en una de sus obras:

Si Dios no existiera, todo estaría permitido” Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no existe… (…) Si en efecto la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás explicar por referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si por otra parte; Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, ni justificaciones, ni excusas. Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré al decir que el hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. (…)…el hombre, sin ningún apoyo ni socorro, está condenado a cada instante a inventar al hombre[1]

Hacen entonces su aparición las ideologías que se presentan como orientaciones para conducirse en el mundo, para cada uno y para todos.

En la III Conferencia de Puebla, convocada en 1979 por San Juan Pablo II los obispos definían así a las ideologías:

“… a toda concepción que ofrezca una visión de los distintos aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad. (…)Toda ideología es parcial, ya que ningún grupo particular puede pretender identificar sus aspiraciones con las de la sociedad global. 535
536. Las ideologías llevan en sí mismas la tendencia a absolutizar los intereses que defienden, la visión que proponen y la estrategia que promueven. En tal caso, se transforman en verdaderas «religiones laicas». Se presentan como «una explicación última y suficiente de todo y se construye así un nuevo ídolo, del cual se acepta a veces, sin darse cuenta, el carácter totalitario y obligatorio» (Octogessima Adveniens 28). En esta perspectiva no debe extrañar que las ideologías intenten instrumentar personas e instituciones al servicio de la eficaz consecución de sus fines.[2]

Frente a la ausencia de un “norte” que nos señale cómo alcanzar las metas para que una sociedad sea más justa y más humana, eclosionan mensajes con intenciones salvíficas, que persuaden más por su violenta insistencia en la presentación que por la verdad de su discurso.

Cabe remarcar que no hay ningún reclamo que no tenga viso de realidad y necesidad de atención. Cuando surge alguna disparidad de criterios en referencia a la dignidad de la mujer, al valor de la feminidad y su participación en el mundo del trabajo, a la insuficiencia del rol del varón padre en su complementariedad y reciprocidad con la mujer en la maternidad, tenemos que reconocer que hay falencias ciertas y superables. Sobre todo superables.

Sexo y género

Así aparece la ideología de género. Hay quienes prefieren llamarla “perspectiva de género”, pero siguiendo a Puebla, cuando una perspectiva se hace totalizadora y totalitaria, tratando de explicar desde una parte al todo, se vuelve ideología. Y el modo de imponerse es a través de “instrumentar personas e instituciones al servicio de la eficaz consecución de sus fines”[3]

En este caso el todo es la persona humana y su dignidad, en su carácter de varón o mujer. La condición sexuada del ser humano es el valor agregado, el “propium” que toda persona de manera necesaria, ineludible y originaria tiene como característica unida a su esencia. Esta condición sexuada abarca a toda a la persona. No sólo a su cuerpo, ni tampoco sólo a su espíritu o racionalidad. El ser humano como unidad sustancial corpórea-espiritual es varón o mujer.  En la ideología de género, siguiendo al más duro dualismo antropológico, el ser humano (el todo) se configura sin atender al dato biológico de su sexo. La ideología de género pretende que el hombre se asuma según una percepción subjetiva que ha de ser absolutamente independiente de la biología de su condición sexuada (esta es la parte que pretende explicar al todo).

En síntesis, en la ideología, enfoque o perspectiva de género no se sostiene que en el ser humano se presente un sexo dado, natural, determinado biológicamente, sino que lo que vale es la construcción cultural que determina que el ser humano sea lo que quiera ser, dentro de un espectro – como el arco iris – variable, diverso, fluido y subjetivo de posibilidades de género, sin atarse a la heteronomatividad dimórfica del fijismo binario[4] del sexo como mujer o varón.

Un texto conocido, de una autora de género, feminista, nos plantea la “performatividad” del género. Plantear la “performance” es enunciar que todo cuerpo es pura construcción que se actúa. Así Judith Butler expresa que el género es lo que antecede y define a toda configuración humana. Es más veraz que el sexo.

“Cuando la condición construida del género se teoriza como algo completamente independiente del sexo, el género mismo pasa a ser un artificio ambiguo, con el resultado de que hombre y masculino pueden significar tanto un cuerpo de mujer como uno de hombre, y mujer y femenino tanto uno de hombre como uno de mujer.”[5]

¿Por qué mesianismo de liberación?

Si al plantear las características de la naturaleza humana, de su libertad y de los límites que la condicionan, no las amalgamamos con la humildad que todo ser humano habrá de poseer para aceptar estas “restricciones”, seguramente la soberbia de querer ser otro distinto de quien se es irrumpa en el camino de realización personal.

Quizás sea una conclusión demasiado simple y casi evidente. En la ideología de género se oye sin ambigüedades el grito del deseo de vivir en una autonomía irrestricta, de autoconstruirse, de autoconfigurarse como un individuo no necesitante de nadie que le marque rumbos.

La principal antinomia que se presenta es la de naturaleza y cultura. La naturaleza, según la ideología de género, impide la libertad de crearse y sentirse dueño de su propio destino. Se ha de romper con los esquemas de las diferencias – primero fueron las económicas: ricos vs pobres; luego las sociales y políticas: derechos vs deberes; más tarde las sexuales: varones vs mujeres. Toda una historia plagada de cercenamiento a las libertades, de imposiciones de división de tareas, de imperativos procreativos que no se aceptan como naturales, halla su liberación en la aplicación del género a la comprensión de la naturaleza humana. Nada más erróneo y alejado de la verdad del hombre, varón y mujer… Las diferencias resaltan la peculiaridad de cada realidad. “Las diferencias no son deficiencias sino que están presentes en todos los planos de la persona y representan una riqueza a compartir.” [6]

Y encuentro coincidencia en un texto de un amigo español, acerca del mesianismo de liberación de la ideología de género:

“Como muchas otras, la ideología de género tiene algo de mesiánico: trata de redimirnos de la realidad presente, y de la modesta condición humana. Plantea una humanidad supuestamente mejor, en la que lo que se enfatiza es la absoluta soberanía del hombre sobre la naturaleza; propiamente, una libe­ración de ella. Es la ilusión de un completo autodominio, que se traduce en independencia de algo con lo que nacemos, nuestra condición sexuada (Natu­raleza significa, entre otras cosas, “lo que nacimos siendo”). Convertir en una opción absoluta, enteramente a nuestro arbitrio, lo que desde esa perspectiva se ve como un lastre limitador, en esta peculiar visión del ser humano se an­toja como la manera prototípica de ser el hombre dueño de su propio destino. Ya no seríamos lo que nacimos siendo, sino tan solo lo que a nosotros mismos nos hacemos ser. Ser varón o ser mujer sería un dato fáctico eliminable.”[7]

Puede parecer un pensamiento extremo, más utópico que realista y que desde el sentido común podría hasta definirse como absurdo e imposible. Negar voluntaria y explícitamente las diferencias es no querer ver la realidad. No se trata de ignorancia sino de necedad, y como decíamos más arriba, se alimenta de soberbia o de miedo a confrontarse con las diferencias. Dice el Papa Francisco,

"Me pregunto, por ejemplo, si la llamada teoría del género no será expresión de una frustración o de una resignación que lleva a eliminar la diferencia sexual porque no sabe medirse con ella“ Catequesis ,15 abril 2015

No podemos soslayar el carácter arreligioso (o antirreligioso) de esta ideología en la que se afirma que la opresión del patriarcado, resaltando las diferencias entre varón y mujer en las que se somete el sexo femenino al masculino, comienza con la creación de Adán y Eva. Responde nuevamente en Amoris Laetitia SS Francisco:

“Una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador” (Exhortación apostólica Amoris laetitia, 19 de marzo del 2016, n. 56).

Si “Dios no existe, todo está permitido” escribió Dostoievsky. Pero alguien debe ocupar Su lugar…y el “Seréis como dioses” - Génesis 3,5 - sigue latiendo en el corazón de una parte de humanidad insatisfecha.

Volviendo a los autores de esta ideología, traemos a quienes la sostienen y tratan de instaurar este nuevo orden en el mundo. Su ilusión y propósito es hacer que lo que es natural, ya no lo sea, y que prime la interpretación de una cultura que se acomode a las conveniencias e intereses más mundanos, terrenales y alejados de toda trascendencia a lo mejor y más pleno. Insistimos con la idea de que la sujeción a la trascendencia, reconocer que somos fruto de quien nos quiere con un propósito, no nos enajena sino que nos perfecciona.

La intención última ya no es la de subvertir el orden de opresión entre varones y mujeres. Es acabar con las diferencias. No es una lucha para eliminar la injusticia que puede darse, y se da, en el reconocimiento de las diferencias. La lucha se da para derribar toda diferencia. Deconstruir, acabar con el orden dado para construir un mundo sin limitaciones de ningún tipo. Pero… a mayor igualdad, mayor pérdida de lo propio. Por lo tanto la limitación se dará igual, sólo que esta vez será la que imponga la razón humana. Y si el pensar humano es imperfecto, también lo serán sus resoluciones, más aún al no constituirse sobre la heteronomía de la realidad.

“Y , al igual que el objetivo final de la revolución socialista no se limitaba a la eliminación de los privilegios de los estamentos económicos, sino que alcanzaba la eliminación de la distinción misma de clases, el objetivo final de la revolución feminista no debe limitarse – a diferencia de los primeros movimientos feministas – a la eliminación de los privilegios masculinos, sino que debe alcanzar la distinción misma del sexo; las diferencias genitales entre los seres humanos debería pasar a ser culturalmente neutras. (…) Se destruiría así la tiranía de la familia biológica”[8]
“La rebelión contra la familia biológica podría aportar la primera revolución venturosa o lo que los antiguos concibieron como Edad Mesiánica”[9]

Para Shulamith Firestone, la primera liberación será la de la tiranía de la familia… el mensaje mesiánico de liberación de la ideología de género habrá de gestar para sus defensores un mundo libre de opresión y diferencias. Pero quien no se alinee en esta cosmovisión será tildado de discriminador, será denunciado y hostigado. El mesianismo de salvación es para unos pocos, no es universal. Porque es una liberación falsa, un mensaje mesiánico falaz.

A modo de conclusión

La libertad es un don. Y como regalo se lo acepta en la humildad o se lo rechaza. Cada cual hará lo propio.

El ejercicio de esta libertad exige dependencia a la verdad. Cuanto más y mejor conozco, mejor puedo elegir y más libre puedo llegar a ser. Libertad que se alcanza como capacidad para audeterminarse al propio fin, según las posibilidades de nuestra estructura personal (corpórea, psíquica y espiritual). Por eso es que la naturaleza nos abre a la ejecución de los actos más libres, al gozo de una libertad más plena, si reconocemos, aceptamos y orientamos nuestros actos según esa misma naturaleza que somos.

Creer que la naturaleza nos oprime, porque nos marca límites, y que una ideología nos libera, porque nos obliga a la autoconstrucción, previo derrumbe de lo que somos, es creer que la mentira puede convertirse en verdad. Pero la verdad es prepotente y muestra su luz. Si no resultamos encandilados por las luces seculares, quizás podamos vivir la verdad.

Termino con unas palabras del maestro Emilio Komar, que son la propuesta para orientarse en un mundo de tinieblas y burdas confusiones, y quien enseñó que ser cómplice del error nunca es opción:

“No hace falta estar de acuerdo con la corriente. Si la corriente histórica fuese lo único, entonces ir contra la corriente hubiese sido un suicidio. Pero la corriente de las vigencias históricas no es lo único. La realidad de las cosas es muy distinta de la corriente de las vigencias. Lo tremendo habría sido ir contra la verdad de las cosas. Pero a menudo cuando uno va de acuerdo con la realidad de las cosas tiene que ir contra las vigencias, entonces eso no es trágico, simplemente es un trabajo más, una lucha más. […] Nosotros tenemos entonces posibilidad de desarrollar enormemente lo que verdaderamente somos. Una persona humana es una especie de átomo, y si se rompe el átomo se libera una cantidad de energía brutal, el hombre crece y vive y estamos en presencia de energías incalculables. El problema es que no se promueve la energía, no se promueve la vida.”

Emilio Komar, Curso de Metafísica, vol. V: Sustancia y Accidente, Bs.As., Sabiduría Cristiana, 2010, p. 119; 121








[2] Documento de Puebla III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, 1979
[3] Ibidem.
[4] La heteronormatividad hace referencia a las normas que se imponen como estereotipos que provienen de la ética de la heterosexualidad, que según la I.deG. es arbitraria y reductiva pues impide la fluidez de la libertad humana (imposición del varón sobre la mujer, maternidad obligatoria, imposibilidad de gestionar sobre el propio cuerpo, etc). Es dimórfica porque solo atiende al ser mujer o varón, de allí binaria y fijista.
[5] Butler, Judith,EI género en disputa El feminismo y la subversión de la identidad, Paidós, Barcelona, 2007 pág.55
[6] Bottini de Rey, Zelmira. Educación sexual: familia y escuela. Buenos Aires: Educa, 2010. (Familia, Escuela de Humanidad ; n. 1). Pág. 48
[7] Barrio Maestre, José María; La antítesis naturaleza-cultura en la ideología de género. La igualdad no es “igualitaria” Fides et ratio 3 [Mayo 2018], 91-110, ISSN: 2444-961X, pag.92
[8] Firestone, Shulamith La dialéctica del sexo. En defensa de la revolución feminista. Editorial Kairós, 1976, Barcelona, España, pág. 20-1
[9] Ibídem, pág. 301

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