jueves, 14 de marzo de 2019

Bases filosóficas de la ideología de género por Paola Delbosco



BASES FILOSÓFICAS DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO


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Paola Delbosco
Universidad Austral
Academia Nacional de Educación

Mucho se ha hablado y se habla hoy del concepto de género y de su posible derivación en ideología. Por esta razón nos parece oportuno analizar las circunstancias histórico-sociales del surgimiento de este término, su eventual justificación filosófica, y la actual superación de la propuesta anterior por una construcción alternativa del orden social, a través de la supresión de la distinción binaria de género.

1-      El surgimiento del  feminismo[1]

Simone de Beauvoir, en su libro El Segundo Sexo (1949), pone como epígrafe la siguiente frase, atribuida a Pitágoras (s.V a.C.): “Existe un principio bueno, que ha creado el orden, la luz y el varón, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer.”[2]

Se sabe que Pitágoras no publicó nada, así que no podemos cotejar la historicidad de la expresión, pero también se conocen otras expresiones suyas misóginas, incluyendo la atribución del número dos como número generador de la mujer, después de aclarar que los números pares son de por sí imperfectos. Sobran los comentarios, pero resulta sugerente un dato, que aparece en el L.VIII de Diógenes Laercio “Vidas de Filósofos”, que en el p.27 afirma lo siguiente:

“ [Pitágoras]Tenía también una hija llamada Damo, como dice Lisis en la Epístula a Hiparco: ‘Dicen muchos que tú filosofas popularmente lo cual lo tenía Pitágoras por cosa impropia e indigna; él, encargando a su hija Damo sus Comentarios, mandó que a nadie de fuera de la casa los confiase; y  ella, pudiendo venderlos por mucho dinero, no quiso, teniendo por más preciosa que el oro la pobreza junto con los preceptos de su padre, y esto siendo mujer.’”

La expresión ‘y esto siendo mujer’ ayuda a ver como constante a lo largo de milenios el trato de desvalorización hacia la mujer, que sirve para impulsar la rebelión femenina, pero es bueno  resaltar que la historia no siempre avalaba la mentada inferioridad.

La elección de Simone de Beauvoir de este texto,al comienzo de su libro,tiene claramente como finalidad de mostrar que el status de la mujer como subalterna al varón hasta encuentra respaldo en la mitología. A la luz de esa inferioridad femenina, impuesta por la cultura centrada en el varón de este modo particular de ver a la mujer, Simone de Beauvoirprocede a analizar en su libro todos los aspectos de la actividad humana:  productiva, reproductiva, política, religiosa  y cultural.

Se trata de un análisis realmente minucioso, que parece convincente por la abundancia de datos y la sutileza analítica. Por otra parte, el hecho que haya sido escrito a fines de la década del 40 facilita la percepción de una mujer relegada a la vida doméstica y a la maternidad.

Justamente en el análisis de la maternidad, se deslizan los acentos ideológicos de la autora, porque difícilmente se podrá encontrar una descripción  más alarmante para la mujer que el embarazo o el amamantamiento: la condición física de la gestante es comparada por Beauvoir a la de los desnutridos de los campos de concentración, y no puede dejar de verse al niño en proceso de gestación como un parásito interno, que va carcomiendo la sustancia vital de la madre.

Sin embargo, volviendo al texto pitagórico,además de esta interpretación más inmediata, la de la sistemática subordinación de la mujer al varón, también cabe la idea de la mujer como un ser misterioso. En efecto, es el varón que ve a la mujer como tinieblas y caos, porque no la puede comprender desde sus parámetros.Refuerza esta idea la opinión de Emmanuel Lévinas, que considera que para el varón “lo femenino eslo esencialmente otro”[3].

Es cierto que muchas veces esta condición de distinto es procesada culturalmente como subordinación. La historia de las civilizaciones nos da, lamentablemente, muchos ejemplos de sometimiento de los individuos o grupos que son percibidos como distintos, pero también en esa diferencia podría ocultarse la superioridad.

En consecuencia, según la lectura que se elija del texto pitagórico, se da lugar a historias muy distintas.Son estas visiones diferentes que darán forma a las tres corrientes feministas dels.XX y la última, ya de este siglo:el feminismo de la igualdad, el de la superioridad, el de la perspectiva de género y su superación trans feminista, lo que suele ser definido como ideología de género.

Empecemos por el primero, que tuvo una fuerte difusión sobre todo después de las dos guerras mundiales, e implicó paulatinamente la admisión de las mujeres al ejercicio de sus derechos cívicos a través del voto, y de su participación activa en el ámbito público por la profesionalización y remuneración de su trabajo.

2-      El feminismo de la igualdad

Este fue el camino elegido por el feminismo de la igualdad (Betty Friedan, 1963), que auspiciaba para la mujer un rol más activo, sin que esto significara una lucha contra el varón. La profesionalización de trabajo femenino remunerado había empezado a mediados del s. XIX, cuando en USA se abrieron los terciarios para las mujeres, en las especialidades de magisterio, enfermería y secretariado. Esa creciente profesionalización se intensificó, hacia fines del siglo, con el ingreso - ciertamente no masivo-  de las mujeres a las universidades  en Estados Unidos y en Europa, donde poco a poco vemos su inserción en ciencias, letras, medicina en las primeras décadas del s. XX. Como consecuencia, se empezó a ver en el matrimonio y en la maternidad obstáculos casi insuperables para alcanzar esa paridad con el varón: la mujer que no quería más ser inferior y quería estima y consideración social debía ser como el varón.

Pero pensemos, en primer término,  cómo se estableció este estatuto de inferioridad de la mujer, dado que es compartido por muchas culturas distintas entre sí, y con nulo contacto intercultural que pudiera justificar una eventual contaminación.

La explicación más a la mano es de carácter anatómico-biológico: la mujer, en una misma etnia, es generalmente más pequeña que el varón, tiene un menor desarrollo muscular y se parece más a la prole que a los individuos varones adultos. Konrad, Lorentz(1903-1989), médico austríaco Premio Nobel 1973 de Medicina,  y uno de los fundadores de la etología, creyó encontrar, en estas características comunes a las hembras de muchas especies animales, un recurso de la naturaleza para protegerlas de los ataques de los predadores. Según su teoría de la agresividad, sobre todo la intra específica, esta se desencadena prioritariamente entre machos para la conquista o protección del territorio. En su texto “La agresión” (“Das sogennanteBöse”, 1962), Konrad Lorenz hipotizala existencia de mecanismos de inhibición de la agresividad intra específica, y la menor diferenciación de la hembra sería parte de la estrategia natural para preservarla de la agresión de otros individuos de su especie. En particular, a través de una serie de experimentos con animales de sangre caliente y sobre todo con peces, llega a la conclusión de que la agresividad intra específica hacia las hembras es siempre secundaria, más bien fruto de una redirección de la agresividad primaria del macho,tendiente a la protección del territorio. Y esto sería consistente con el propósito de la naturaleza de especial protección a los individuos femeninos para garantizar la propagación de cada especie.

Esta referencia explica funcionalmente las diferencias entre sexos, y no permite fundar ninguna superioridad o inferioridad.

También es interesante desechar la interpretación de corte iluminista, que cree ver en la distinción de los roles femeninos y masculinos un resabio del primitivo patriarcado. Estudiando la historia de manera sesgada, esta hipótesis se sostiene en el corto plazo y en una geografía no demasiado amplia. Una muestra de la inconsistencia de la teoría de un patriarcado primitivo que evoluciona hacia la superioridad femenina, se puede encontrar en la sociedad pre-indoeurepea, allá por el cuarto milenio a. C., a la luz de los descubrimientos de la arqueología lingüística:

“Aquella fue en verdad la era de la mujer. En consonancia con la concepción de los dioses y los seres sobrenaturales, la sociedad humana de la Vieja Europa era matriarcal. La mujer ocupaba en ella  papel central. La herencia se transmitía por línea femenina y lo mismo el nombre y reconocimiento de la estirpe. Pero eso no parece haber implicado una subordinación del hombre a la mujer. E realidad la sociedad de la Vieja Europa parece hacer sido muy igualitaria.”[4]

 Este hecho, sin bien contradice la hipótesis de un progreso histórico constante desde un  patriarcado primitivo, no es suficiente para disipar la evidencia de la postergación femenina en las sociedades modernas y contemporáneas: hubo y hay postergación. Esto explicaría el éxito de las propuestas del feminismo de la igualdad, y la necesidad de corregir lo que las distintas culturas dispusieron como protección a la fragilidad femenina –y a la prole inmadura- y que con el tiempo, cuando ya no había riesgos reales para la mujer, se  cristalizó en opresión.

AmartyaSen, el economista de origen indio, Premio Nobel de Economía en 1989, también cree necesario estimular un cambio social para favorecer el pleno desarrollo de las mujeres, particularmente postergadas por costumbres que les impiden instruirse y crecer en autonomía. Considerando el efecto positivo, estadísticamente comprobable, que  la educación de las mujeres produce en sociedades en vía de desarrollo, AmartyaSen menciona una serie de condiciones para una inserción más activa de la mujer en el contexto social. Hay que tener en cuenta que está hablando de zonas muy necesitadas de desarrollo, como el estado indio de Kerala, uno de los más pobres, pero no deja de ser sugerente su propuesta. Las cuatro condiciones son las siguientes: alfabetización, educación, trabajo remunerado y alguna posesión personal[5]. Este aporte es novedoso, sobre todo cuando es un economista que lo propone, porque realza el valor adicional de la mujer en el proceso de desarrollo y porque ese desarrollo es efecto de un despliegue personal, verdaderamente enriquecedor de la sociedad, y no de una distribución pasiva de subsidios.

Mencionar la educación femenina, en este apartado sobre el feminismo de la igualdad, refuerza  la idea de que todavía existen sociedades que relegan a la mujer, pero también propone fuertemente a la educación como la salida más apropiada de esta situación de inferioridad.

Antes de pasar a la fase siguiente del feminismo, nos parece oportuno recordar que algunas luchas de la fase anterior quedan latentes en la sucesiva, así que podemos afirmar que el feminismo de la igualdad ya no eleva reclamos, pero se hace visible en las nuevas costumbres que, por ejemplo, se apresuran en tildar de sexista toda forma de amabilidad o galantería, aun las bienintencionadas.

3-      El feminismo de la diferencia

En los años ´70 el reclamo de igualdad de la mujer evolucionó hacia la afirmación de la superioridad femenina, con sus derivaciones políticas y místicas, para llamarlas de alguna manera.

Por honestidad intelectual, es necesario reconocer algunos aciertos de esta posición, no tanto en el reclamo de la pretendida superioridad, sino en no querer para la mujer un desarrollo que fuera imitación del varón, como a veces sucede con los grupos sometidos. No es raro que el ascenso en la consideración social  implique imitación de conductas y modalidades de quienes los sometían. Hay muchos matices, y hay que distinguir imitación de incorporación de costumbres más aptas para la vida humana, o la salud o la justicia. En todo caso, el feminismo de la superioridad tiene un aspecto sano, que es el reconocimiento de lo específicamente femenino como algo valioso, que puede aportar positivamente a la sociedad su riqueza.

En este sentido, la psicóloga norteamericana Carol Gilligan en su libro “In a different Voice”(1982)[6], sostiene que la voz dela mujer trae novedades para el mundo jerárquico que han construido los varones, con su afán de competir y prevalecer. La estructura social vigente está asentada rígidamente en principios y leyes, que se aplican sin considerar la situación particular de cada uno.

Por esta razón puede decirse que la mujer introduce en el mundo interpersonal una modalidad distinta: la adaptación de las reglas a las necesidades individuales. Según Gilligan, la mujer, con su modo diferente de encarar las relaciones, funda una nueva ética, la ética del cuidado (caringEthics). Con esto Gilligan piensa corregir a Lawrence Kohlberg y su teoría de las etapas del desarrollo moral. Lawrence, discípulo de Jean Piaget, inspirándose en las etapas del desarrollo de la inteligencia de Piaget, presenta seis niveles de moralidad, de los cuales el último, y el más completo, es el que se funda en principios morales universales. Para Gilligan ese esquema es rígido porque carece de la voz femenina, y la de la voz es una metáfora muy potente, porque permite superarla visión dela realidad interpretada según una abstracta teoría, que es siempre unívoca, para pasar a concebirla como una conjunción de voces, que puede darse sin que ninguna sea más o menos verdadera que otra.

Sobre la base de esta nueva concepción de la realidad, las relaciones entre los seres humanos pasarán, de estar reguladas por principios y leyes, a implicar empatía y cuidado recíproco.

Análogamente, en su versión política, la futura supremacía femenina, que anuncia y propicia esta fase del feminismo, será una definitiva salida de la humanidad de milenios de guerras y violencias, fruto de haber intentado resolver los problemas humanos con la razón como única herramienta. La mujer propone, en cambio, una vida guiada por el sentimiento, la cercanía y la conjunción de personas, sin jerarquías ni exclusiones.

De estas casi profecías, hay también una interpretación New Age, que describe justamente el advenimiento de una nueva era, una era de dulzura y cuidado, una era femenina.

En esta fase del feminismo de la superioridad, para poder afirmarse plenamentela mujer aspira independizarse del varón en todo sentido. En lo sexual, la autonomía respecto del varón propicia el lesbianismo; para la maternidad, dado que el niño es reclamado como un derecho de la mujer, se acude a la fertilización asistida, ya ampliamente disponible para todas y  sin requisitos previos; finalmente, la gestión autónoma del cuerpo femenino se manifiesta a través de un supuesto derecho al aborto legal, libre y gratuito.

Ningunas de estas rebeliones femeninas ha perdido vigencia en nuestros días. Las iniciativas de empoderamiento de la mujer se encuentran hoy en el proyecto de establecer un nuevo orden hegemónico que reemplace al patriarcal ahora vigente, y parece que el combustible para triunfar es que el colectivo femenino, una identidad plural indispensable para añadir lo pasional a lo político, pase del agonismo[7] al antagonismo, del reclamo de igualdad al rechazo al varón.

4-      La perspectiva de género

Un paso más en este paulatino proyecto de transformación de la sociedad empezó a difundirse en los años ’90.

En 1995 tuvo lugar en Beijing la IV Conferencia Internacional de la Mujer, convocada por la ONU. En el documento de trabajo, analizado por los países miembros antes de su participación al foro, por primera vez aparece en un documento oficial, aunque sea previo a la declaración final,  el término género.

A lo largo de las aproximadamente ciento veinte  páginas del documento,género es mencionado solo entre corchetes, dado que por estatuto no se puede utilizar un término cuya definición no haya sido previamente aceptada por todos los países firmantes; sin embargo, en tres o cuatro frases a lo largo del texto, el término estaba ya fuera de corchetes, y como se puede apreciar, también aparece en la declaración final:

Además de factores de carácter económico, la rigidez de las funciones que la sociedad asigna por razones de género[8] y el limitado acceso de la mujer al poder, la educación, la capacitación y los recursos productivos así como nuevos factores que ocasionan inseguridad para las familias, contribuyen también a la feminización de la pobreza. Otro factor coadyuvante es el hecho de que no se haya integrado en todos los análisis económicos y en la planificación económica una perspectiva de género[9] y que no se hayan abordado las causas estructurales de la pobreza.” (n.48)

Cabe preguntarnos si la inclusión del término se debió a un descuido o si fue una estrategia para que finalmente se pudiera usar, sin restricciones, en documentos oficiales. Por el desarrollo sucesivo de la perspectiva de género en una ideología, no se puede descartar la hipótesis de la inclusión intencional, sin que mediara una debida definición consensuada.[10]

La mentada perspectiva de género pone el acento en la necesidad de hacer visible el sesgo originado por el hecho de que un individuo sea de sexo femenino o masculino.
El concepto de género ha surgido como herramienta lingüística paraevidenciar que lasidentidades sexuales son inevitablemente reelaboradas por cada cultura, y que las atribuciones de importancia a cada sexo no son simple efecto de la naturaleza del varón y de la mujer, sino una verdadera distribución social de valor y poder, a través de la asignación de tareas, conductas  y expectativas.

Ya la antropóloga Margareth Mead, allá en los años ’40, en sus estudios de campo en Sumatra y Nueva Guinea, había puesto en evidencia el carácter cultural de la distribución de tareas entre los dos sexos, dado que pudo constatar que las tareas - por ejemplo ir  buscar agua al río-  eran asignadas a varones en una tribu y a mujeres en otra, a pocos kilómetros de distancia. Su descripción de los hechos era en base a la observación directa, y no presentaba para nada connotaciones beligerantes, pero dejaba entender que lo que era fruto de una disposición cultural llegada, la necesidad, podía ser cambiado.

En el que es probablemente su libro más leído,“Male and Female”(1948), ella plantea claramente esa posibilidad, entendiendo que la distribución de tareas se modifica, por ejemplo, con la introducción de nuevas tecnologías; en todo caso, para el progreso de la humanidad es imposible prescindir –dice- de la cooperación entre los dos sexos.

Pero detrás del término género y de su eventualmente efecto benéfico de hacer visibles los sesgos culturales y permitir así una mayor integración y justicia entre los dos sexos, había algo más.
Por analogía con la característica gramatical de ciertos sustantivos: masculino, femenino (o neutro), de atribución arbitraria y distinta según los idiomas, el término pasa a entenderse como la invisible construcción cultural, de por sí arbitraria, que impide el desarrollo de la mujer. Hablar de perspectiva de género es hacer visible esa construcción para poder deconstruirla.
Suenan aquí ecos de la filosofía deconstructivista, como la de Jacques Derrida, que explícitamente niega la posibilidad de encontrar las esencias de las cosas detrás de la etimología: filosóficamente deconstruir es aceptar que la realidad, en última instancia,es una construcción lingüística.

5-      El trans feminismo o la ideología de género

La teoría deconstructivista se apoya en el giro lingüístico de la filosofía inaugurado, en cierto modo, por Michel Foucault, y respaldado desde el psicoanálisis por Jaques Lacan. Encontramos en la nueva forma que adquiere actualmente el feminismo también elementos del estructuralismo, derivados tanto de la lingüística de De Saussure como de la antropología estructuralista de Lévi-Strauss. Todos estos ingredientes deben leerse como una lenta pero firme deriva anti metafísica: no hay esencias, no hay realidad, sino palabras que construyen lo que  nombran.
No hay algo como un varón o una mujer, hay individuos a los que se les atribuye un género; no hay soporte biológico en la asignación de una identidad sexual: hay violencia solapada. El reconocimiento es siempre de parte de otros, por lo tanto nadie se escapa de estar sometido a alguna forma de poder. Y la palabra es también siempre palabra de los otros, con lo cual si alguien es nombrado de alguna manera: varón, mujer, heterosexual, homosexual, está siendo sometido a un orden que lo oprime (¿o le oprime?).
Esta fase ulterior, metamorfosis fuertemente anti biológica del feminismo,  y esta visión totalmente anti metafísica de la humanidad, de la sexualidad, de la procreación, ya salió de los sofisticados estudios filosóficos y sociológicos, y está siendo enseñada en las escuelas, incluyendo la educación inicial.
Si la biología no tiene nada que decir respecto de qué hace que un varón sea un varón, no solo que sea llamado varón, y que una mujer sea una mujer, la intención es no entender la realidad, sino construir otra realidadsobre la base de la eliminación del dimorfismo sexual, es decir, suprimiendo las dos identidades sexuales contrapuestas, para dar lugar a una gama prácticamente infinita de percepciones individuales, fluidas y cambiantes.
El impacto en la raíz misma de la sociedad no puede no inquietarnos. El concepto de género, así modificado, ya no tiene como finalidad empoderar a la mujer, sino deshacer la estructura binaria. Ya hay muchos autores en esta línea de pensamiento: RosiBraidotti, Gloria Bonder, Denise Riley, pero vamos a analizar particularmente el pensamiento de Judith Butler, que ya desde 1990 en “GenderTruble: Feminism and the Subversion of Identity”, transita por el carril lingüístico del problema feminista: buscar el nombre que nos pueda nombrar sin violencia y que haga habitable nuestro cuerpo, aquí está la cuestión.

"El género es una construcción cultural; por consiguiente no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo (…) Al teorizar que el género es una construcción radicalmente independiente del sexo, el género mismo viene a ser un artificio libre de ataduras; en consecuencia hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino."[11]

Hay que reconocer que en algún párrafo de su “Deshacer el género”(2004)[12]Butler todavía reconoce la función de la diferencia sexual, por lo menos en lo referido a la procreación: “Aquellos que sostienen que ser producido por una madre y un padre es crucial para todos los humanos, quizás tengan algo de razón.”[13] Y un poco más adelante:“en ese sentido la diferencia sexual forma una parte esencial de cualquier explicación a la que un humano puede  recurrir sobre su origen.”[14]

Sin embargo no será este reconocimiento de la función natural de la diferencia sexual el punto de fuerza del pensamiento de Butler. Partiendo de su experiencia como lesbiana, y por lo tanto la de alguien a quien la definición de lo femenino no le cabe -lo dice  ella misma- salvo desmantelando los supuestos de la estructura binaria de la sexualidad, hoy vigente, Butler busca poner en evidencia de que las palabras con la que nos definen tienen siempre reglas de exclusión.

Si se tienen en cuenta las personas que no habitan cómodamente su identidad asignada, según Butler hay que revisar las reglas y las exclusiones: “El movimiento intersex ha cuestionado por qué la sociedad mantiene el ideal del dimorfismo de género cuando un porcentaje significativo de niños tiene cromosomas diversos, y cuando existe un continuum entre el varón y la hembra que sugiere la arbitrariedad y la falsedad del dimorfismo de género como prerrequisito del desarrollo humano.”[15]

Vemos en estos textos la dirección que toma el reclamo: se trata realmente de un trans feminismo, de un camino alternativo de reconocimiento a toda forma de percepción de la propia identidad sexual, y su consecuente manifestación pública, en un mundo que haya desmantelado el mandato patriarcal de la sexualidad binaria : “La transexualidad no es un trastorno y no debería ser concebida como tal , y deberían entenderse a las personas trans como personas comprometidas con una práctica de autodeterminación, personas que ejercen su autonomía.”[16]

Se trata de un cambio radical de la sociedad, que implica una lucha denodada contra cualquier afirmación de una naturaleza humana: ¿una verdadera rebelión de la creatura? La fuente de la energía de la rebelión es quizás la posibilidad, a través de intervenciones quirúrgicas, tratamientos hormonales, etc., de ser lo que uno no es. Pero es necesario que el resto de la sociedad cambie su estructura, porque, como reconoce también Butler, el mismo lenguaje está fundado en diferencias binarias, como singular y plural, positivo y negativo, masculino y femenino.

Por otra parte, llama la atención que, justamente  en este clima de abandono de las diferencias binarias, haya diferencias en la edad jubilatoria, se haya establecido el concepto de violencia de género y haya una nueva figura delictiva: el femicidio. Todo tiene su fundamento en la diferencia, pero una corriente cultural y educativa parece apuntar al desmantelamiento de esa diferencia fundamental.

Es preciso aclarar toda persona es merecedora de respeto y buen trato, sea cual fuere su situación respecto de su identidad sexual. Ver lo que se gesta en la cuarta fase del feminismo con el aumento de personas con disforia de género o trans género nos permite entender la extrema desorientación de muchos adolescentes y adultos, que ven sus dificultades complicarse, en vez de encaminarse, por falta de realismo y exceso de omnipotencia de quienes los atienden.

Hay un ejemplo luminoso de cuidado de personas trans en la experiencia de la Hna. Mónica, una carmelita que, por una serie de circunstancias no elegidaspor ella, pero sí enfrentadas con coraje y enorme generosidad, desde hace diez años atiende a mujeres trans, todas ellas destrozadas por la exclusión, la prostitución y el abandono de sus familiares.[17]

Muchas veces, las  intervenciones quirúrgicas para acomodar su sexo natural al percibido terminan alterando dramáticamente su aspecto, su equilibrio interior y su posibilidad de ser acepadas: “siempre en la periferia, de la sociedad, abandonadas, despreciadas, y en la miseria más absoluta.”[18]. Parecería que los errores conceptuales se hacen práctica, y la práctica errónea produce nuevas periferiashumanas, pero esta circunstancia no es una buena razón para el rechazo y el abandono.

El trabajo delicado y valiente de la periodista María Laura Favarel sobre el valiente trabajo de la Hna. Mónica en su “Acariciar las heridas” (2016) muestra un camino plenamente humano, pero también abierto a la trascendencia, para la aceptación y el acompañamiento de estas personas, profundamente heridas, como efecto trágico de los extravíos de nuestra actual cultura.

6-      Conclusiones

Muy lejos de pretender que con estas pocas reflexiones y citas se aclaró el panorama de esta verdadera batalla cultural, me atrevo a pensar que, dada la complejidad de la situación y los efectos dramáticos que puede llegar a tener, necesitamos estar bien informados para no desechar prejuiciosamente los reclamos que puedan tener validez, ni aceptar acríticamente lo que contradice la realidad. Hay mucho en juego, y la base filosófica elegida para la explicación delo que ocurre, en vez de iluminar los problemas para poder resolverlos,construye una versión paralela de la realidad, creando nuevos e inéditos problemas.

Como parte de la respuesta a una visión constructivista de la sexualidad, me parece muy interesante el siguiente texto del Dr. Alberto J. Solari, médico, docente e investigador principal de Conicet en “Origen del sexo en la evolución”:

“La reproducción sexual se originó muy tempranamente en el curso de la evolución de las especies, superando a la más primitiva reproducción asexual. La reproducción sexual, a diferencia de la asexual, permite que las mutaciones favorables de los genes de un determinado organismo se distribuyan rápidamente entre otros organismos similares mientras que se eliminan rápidamente las mutaciones letales.Gracias a la reproducción sexual la biosfera está dotada de una gran variedad de genomas que cambian permanentemente, dando origen al desarrollo de individuos genéticamente únicos y prácticamente irrepetibles, enriqueciendo así con diversidad y belleza el mundo de los seres vivos.”[19]

Estas afirmaciones nos permiten defender, sobre sólidas bases, la existencia y la funcionalidad de las identidades sexuales del varón y de la mujer.

¿Qué enseñanza nos han permitido los distintos feminismos? Primero, cuán lejos de la realidad se llega cuando no se la mira humildemente, una humildad apropiada para alguien que ha recibido su ser y no lo ha creado.

También uno puede aprender que cada cultura debe revisar lo que permite, exige y prohíbe a cada miembro de la sociedad, en particular según su identidad sexual, para ajustarlo a las capacidades y necesidades materiales y simbólicas, que pueden variar.

Pero se puede extraer una enseñanza más, referida esta vez a la estructura de la comunidad de las personas: ninguna subordinación construye una buena sociedad, salvo que sea por protección, y solo por el tiempo en que dura la necesidad. Ningún servicio exigido coercitivamente puede crear comunidad; solo el servicio en clima de reciprocidad lo hace, y es la mejor manera de hacer fecundas las diferencias. Ese modo de servirnos de corazón unos a otros, varones y mujeres, en plena reciprocidad, se llama también amor.


Bibliografía

  • Simone de Beauvoir: El Segundo Sexo, Bueno Aires 2007, ed. Debolsillo. [Paris 1949, ed. Gallimard]. 
  • Emmanuel Lévinas: “El Tiempo y el Otro”, Barcelona 1993, ed. Paidós. 
  • Konrad Lorenz:“Ilcosiddettomale” (“Das sogennanteBöse”, 1963), Milano 1974, ed. Garzanti. 
  • Margareth Mead: Male and Female, New York 1948, ed. William Morrow. 
  • Chantal Mouffe: “En torno a lo político”, Buenos Aires 2007, ed. Fondo de Cultura Económica. 
  • Judith Butler: Deshacer el género, Barcelona 2017, ed. Paidós, (UndoingGender, New York 2004, ed. Routledge). 
  • Judith Butler: Cuerpos que importan, Buenos Aires 2005, ed.Paidós (BodiesthatMatter,New York 1995, ed. Routledge). 
  • Judith Butler: Gendertrouble: Feminism and the Subversion of Identity”, New York– London 1990, ed. Routledge, 
  • AmartyaSen: “Development as Freedom” London 1999, en español: “Desarrollo como libertad” Buenos Aires 2000, ed. Planeta. 
  • Carol Gilligan: In a DifferentVoice, psychologicaltheory and women'sdevelopment, Cambridge, Ma, 1982, ed. Harvard UniversityPress. 
  • María Laura Faverel: “Acariciar las heridas”, Rosario 2016, ed. Logos. 
  • Paola S. Delbosco: La identidad de la mujer: contrapuntos, en revista Universitas, Buenos Aires nov. 2005, n.1. 
  • Francisco Villar: Los Indoeuropeos y los orígenes de Europa, Madrid 1996, ed. Gredos.





[1] Para datos históricos más precisos, además de la abundante bibliografía existente, puede consultarse mi artículo “La identidad de la mujer: contrapuntos” en revista  Universitas, nov. 2015, n.1, p.43-58.
[3] Emmanuel Lévinas: “El Tiempo y el Otro”, Barcelona 1993, ed. Paidós, p.129.
[4] Francisco Villar: “Los Indoeuropeos y los orígenes de Europa”, Madrid 1996, ed. Gredos, p.85.
[5]AmartyaSen: “Development as Freedom” London 1999,  en español: “Desarrollo como libertad” Buenos Aires 2000, ed. Planeta, cap.8.
[6] Harvard UniversityPress.
[7] Ver estos conceptos en Chantal Mouffe:  “En torno a lo político”, Buenos Aires 2007, ed. Fondo de Cultura Económica, p.24-27.
[8] Las negritas no aparecen en el texto.
[9] Ídem.
[10] En su momento, en los meses previos a la conferencia de Beijing, desde la mesa de trabajo para las reservas y recomendaciones argentinas sobre el documento en cuestión, habíamos enviado una definición compatible con la existencia de una identidad natural femenina y masculina, pero no fue aceptada.
[11] Judit Butler: “Gender Trouble. Feminism and the Subversion of Identity”, New York– London 1990,     ed. Routledge, p. 6.
[12] Judith Butler: “UndoingGender”,New York 2004; en español: “Deshacer el género”, Buenos Aires 2017 ed. Paidós.
[13] Judith Butler: “Deshacer el género”, Buenos Aires 2017, ed. Paidós, p.26.
[14]Ibid. p.26.
[15]Ibid. p.99.
[16]Ibid. p.114.
[17] María Laura Faverel: “Acariciar las heridas”, Rosario 2016, ed. Logos.
[18] María Laura Faverel: “Acariciar las heridas”, Rosario 2016, ed. Logos, p.25.
[19]Alberto J. Solari: “Origen del sexo en la evolución”http://formacion-integral.com.ar/website/?p=231

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