La hora de la oración
por Fernando J. López de Zavalía
La hora de la oración,
me sorprendió en este valle,
y cuando todo se acalle,
empezará mi canción.
Pues entre estos bellos cerros,
yo me senté junto al río,
puse pausa a todo brío,
para dejar mis encierros.
Sus aguas, que serpenteaban,
con manso y suave murmullo,
como cantando un arrullo,
contra las piedras jugaban.
Entre ese danzante canto,
una Voz me saludaba,
era dulce y me llamaba,
con limpio tono de encanto.
Era una Voz inaudible,
que sin embargo escuchaba,
y que el espacio llenaba,
con Su Presencia invisible.
Y a Dios, en la montaña,
en medio de tanta calma,
le puse en Sus manos mi alma,
y todo lo que la empaña.
Del fondo del corazón,
yo le confié mis amores,
y le ofrendé mis dolores,
en esta breve oblación.
Y yo sentí que enseguida,
nomás haber empezado,
el agua se había llevado,
mis penas, y toda herida.
Tan pura como pasaba,
tan fresca, tan cristalina,
brillando cual opalina,
de santa paz me inundaba.
Y así, tan solo pasando,
transforma piedra en arena,
en simple espuma la pena,
y el alma me va limpiando.
Riarte, Enero de 2018
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