domingo, 11 de noviembre de 2018

Argentina, situación económica y perspectivas de la pobreza por Orlando Ferreres



Argentina, situación económica y
perspectivas de la pobreza


Dr. Orlando Ferreres


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Contenido

  • Introducción de Ludovico Videla
  • Economía internacional 
  • Crecimiento per capita
  • Pobreza
  • Distribucion del Ingreso Argentina
  • Pobreza e Indigencia Pobreza y bajo crecimiento económico
  • Pobreza, productividad y salario real
  • Distribucion del Ingreso
  • Necesidad de Inversion y áreas de mejora Proyecciones

Introducción de Ludovico Videla


Los siguientes gráficos corresponden a la situación de la pobreza en la Argentina. 

El primer gráfico muestra la evolución del ingreso por habitante en moneda constante de los últimos milenios. Lo que sorprende es el verdadero milagro del último siglo, en especial la segunda mitad, que logra aumentar 14 veces el nivel de vida, después de 1900 años de estancamiento. La discusión sobre la economía ha cambiado consecuentemente con estos resultados, y lo único que importa es como crecer y subirse a esta maravillosa dinámica.

En el gráfico siguiente se observa cómo la población puede salir de la pobreza extrema, en los últimos 50 años y gracias al crecimiento.

Se puede ver dónde están los pobres de África y de Asia, que corresponden a la mayor parte de la pobreza en el mundo.

Otra forma de ver la distribución de la pobreza por ingreso y por continente en 1980. Prácticamente dos continentes estaban bajo la línea de pobreza extrema. Esto se supera en los últimos 38 años, como se comprueba en el cuadro fechado en 2015, donde la masa más grande de población está más acá de la línea de pobreza.

El coeficiente de Gini mide la desigualdad. Un valor de cero es la igualdad perfecta entre todos, igual ingreso para todos. Otro de 1 es la desigualdad perfecta, todo el ingreso en uno y nada en el resto de la población. Es lo más desigual. En general se toma la población en deciles, es decir en conjuntos de 10%. Si todo el ingreso lo tiene el 10% más rico, el coeficiente es 1.

Los países con coeficiente menor a 0,40 son muy iguales mientras que los de 0,5 a 07 son más desiguales. La desigualdad moderada se asocia a un esquema deseable, donde se concentra el crecimiento y los incentivos para ello, pero dentro de una sólida paz social.

Una economía errática, sin crecimiento de largo plazo y que muestra una marcada variabilidad del indicador, pero con una tendencia creciente muy negativa. En estos momentos el indicador señala 28,6% como porcentaje de la población por debajo de la línea de pobreza y 6,2% de la población por debajo de la línea de indigencia.

Como decíamos la pobreza resulta del estancamiento o caída del producto por habitante que es fruto del estancamiento, o la evolución errática con alzas y bajas, permaneciendo siempre en el mismo lugar.

A la larga, nada supera el aumento persistente de la producción y es muy evidente el retraso de la Argentina frente a las economías avanzadas y también las emergentes.

Los políticos y sindicalistas consideran que todo el problema es la reivindicación de los derechos sociales y laborales a través de la lucha política y sindical, los conflictos y las huelgas. La conflictividad laboral sube, pero los problemas siguen sin modificarse. La estrategia es un fiasco.

Si la productividad se estanca el salario real no puede subir y si se intenta subirlo por disposiciones legales el empleo cae o se des formaliza, por lo que la masa salarial real disminuye y aumenta la pobreza.

La medición de la pobreza es un indicador que mide un conjunto de bienes básicos, que varían según el país y hace del concepto de pobreza un indicador relativo.

La distribución del ingreso no se ha modificado demasiado en los últimos 20 años. Los sectores más ricos reciben el 30% del ingreso total y son el 10%, un decil del total. La relación entre los ingresos más altos y los más bajos es de 1 a 20 aproximadamente.

La Argentina muestra atrasos en todos los sectores de importancia para el desarrollo, con excepción de la educación primaria y la educación superior.

El problema crónico de la economía es la escases de inversión y la mala calidad de ella. EL indicador está muy por debajo de la recomendación de la OCDE y de lo que hacen los países que crecen más. Eso responde a la falta de ahorro por la inflación y a la baja calidad de la inversión afectada, entre otras cosas por la corrupción.

Finalmente, las líneas del INDEC aplicadas en otros países y la pobreza en la Argentina, según la canasta de otros países, nos enseñan la necesidad de tomar este indicador de pobreza con cautela. Sin duda es mucho más importante indicar como se crece que medir la pobreza relativa con alguna exactitud.


GRAFICOS:

















La pobreza argentina dentro del contexto mundial por Adalberto Rodríguez Giavarini


La pobreza argentina 

dentro del contexto mundial


por Adalberto Rodríguez Giavarini

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            Durante mucho tiempo, la teoría sostenida para mejorar la distribución de los frutos del desarrollo humano fue la del “derrame”. Consistía en un círculo virtuoso por el cual un proceso de acumulación, inversión y crecimiento derramaba, a largo plazo, beneficios sobre los sectores más desprotegidos. En cierto sentido, un aspecto de esta teoría se ha cumplido: La proporción de pobres ha bajado en grandes cantidades entre 1990 y el 2015 (de 1.9 billones a 836 millones). Esto también implica que, de media, las personas hoy viven más, tienen un nivel educativo más alto y cuentan con mayores ingresos.

            Sin embargo, sigue sin lograr disminuir las diferencias importantes en el bienestar global, ya que, todavía hay millones de personas que continúan viviendo en condiciones de pobreza extrema y que deben luchar todos los días para satisfacer sus necesidades más básicas. Y más preocupante aún, aunque la pobreza se ha reducido, la desigualdad ha incrementado. De acuerdo con el World Inequality Report 2018, a pesar de que la mitad más pobre de la población mundial ha mejorado significativamente sus ingresos en las últimas décadas, el 1% de los individuos más ricos del planeta obtuvieron el doble del crecimiento que el 50% más pobre. Siguiendo esta línea, en el Laudato Si, el Papa Francisco expresa “En las condiciones actuales, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte como lógica e ineludible consecuencia…”

            El 25 de septiembre del 2015 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030. Este plan de acción tiene como principal objetivo poner fin a la pobreza en el mundo y, para ello, plantea objetivos afines, tales como erradicar el hambre y lograr la seguridad alimentaria, asegurar la salud y la educación de calidad, lograr la igualdad de género, asegurar el acceso al agua y la energía, promover el crecimiento económico sostenido, adoptar medidas contra el cambio climático, promover la paz y facilitar el acceso a la justicia.

            Cada uno de los objetivos indicados por esta estrategia reconoce que las iniciativas para acabar con la pobreza deben ir de la mano de otras que promuevan un crecimiento económico inclusivo, que aumenten el empleo, y que atiendan las necesidades sociales tales como la salud, la educación y la protección social. En este sentido, como seres humanos que vivimos en sociedad, nuestro bienestar está claramente vinculado al de las demás personas. Por ello, el aumento de la desigualdad es perjudicial para el crecimiento económico y socava la cohesión social, incrementando las tensiones políticas y sociales, que impulsan muchas veces inestabilidad y conflictos.  

            Cuando los Estados se comprometieron a adoptar la Agenda 2030, asumieron la responsabilidad de movilizar todos los medios necesarios para lograr su implementación, pero de forma adecuada a cada realidad nacional. En consecuencia, cada país diseñó un proceso de adaptación de cada uno de los 17 objetivos, y fijó sus propias metas nacionales.  En el caso de la Argentina, el proceso de adaptación fue políticamente orientado al eje de “pobreza cero”. En este sentido, las metas fueron priorizadas e integradas de acuerdo al eje del Plan de Gobierno de Mauricio Macri de “Pobreza Cero”; el cual debe ser entendido como un objetivo aspiracional y  transversal a las sucesivas gestiones de gobierno.Asimismo, todas las metas fueron diseñadas desde un enfoque centrado en las personas, procurando la eliminación de la pobreza y la disminución de las inequidades integrando lo social, ambiental y lo económico.


LA POBREZA DESDE LA PESPECTIVA SOCIAL Y ECONÓMICA

            Tanto desdela dimensión social como desde la económica se encuentran fundamentos para combatir la pobreza. El “desarrollo integral” se ha incluido desde hace unas décadas en la doctrina social cristiana, cuando Pablo VI publicó la PopulorumProgressio. Y es, esta misma idea, la que retomó Francisco al proponer una "ecología integral", es decir, una ecología ambiental, económica, social, cultural y de la vida cotidiana. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia ha generado contribuciones fundamentales para abordar el tema de la pobreza. El RerumNovarum de León XIII y el PopulorumProgressio de Paulo VI son dos hitos que se han visto recientemente consolidades y adaptados al “signo de los tiempos” con la Exhortación EvangeliiGaudium y la Encíclica Laudato Sí del Papa Francisco.

De estos dos documentos magistrales hay dos cuestiones centrales que sobresalen: el dominio de la ética y la relevancia del principio de solidaridad. Respecto a la primera, recuerda que no puede ser la ciencia económica la que guíe y lidere, ya que por sobre el juicio técnico debe estar la ética. La axiología debe recuperar su rol protagónico, instando a observar el mundo y juzgarlo por cómo debería ser frente a lo que hoy es. Como menciona el Papa Francisco “hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad”. En relación a la segunda, no se debe olvidar que el deber moral de la solidaridad es un presupuesto anterior al principio de subsidiariedad. Retomando otra vez las palabras del papa Francisco citando a Jesús “Dedles vosotros de comer, lo cual implica tanto la cooperación para resolver las causas estructurales de la pobreza, para promover el desarrollo integral de los pobres, como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante las miserias muy concretas que encontramos”.

            Por el lado de la teoría económica, cada vez más economistas han reconocido que una economía que articule el crecimiento con equidad, es una economía más sólida y más estable. Un ejemplo es Dani Rodrik, quien asegura que las instituciones legitimadoras (entiéndase como los sistemas de seguro de desempleo y las ayudas a la pobreza)y reguladoras de mercados (entiéndase aquellas que regulan la actividad de los servicios públicos o el sistema financiero), son de fundamental importancia. Sostiene que una sociedad con instituciones robustas, permite una amplia participación social con costos mínimos, de forma tal que la conflictividad política no potencia los efectos iniciales de un shock económico adverso. En esta misma línea, Acemoglu y Robinson hacen hincapié  en el círculo virtuoso que se despliega en contextos con instituciones inclusivas.  Se desarrolla un proceso de retroalimentación que no se sustenta solamente del pluralismo político, sino también de las instituciones económicas inclusivas que éstas mismas promueven.

El desarrollo humano se alcanza, en definitiva, cuando se tienen mayores y mejores oportunidades. Pero el desarrollo económico no es condición suficiente para la prosperidad social. La teoría del derrame presupone un buen funcionamiento de las instituciones formales, pero la realidad muestra como muchas veces estas instituciones no cumplen su rol acabadamente, terminan profundizando la desigualdad. Los profundos desequilibrios en las oportunidades y elecciones de las personas se derivan de las desigualdades en los ingresos, pero también en la educación, la salud, la capacidad de hacerse oír, el acceso a la tecnología y la exposición a circunstancias adversas.

En todos los casos puede verse que los países que tienen peor calidad institucional son también aquellos que brindan las peores oportunidades a sus ciudadanos y tienen el peor desempeño en términos de pobreza, educación, salud.En décadas recientes, la desigualdad se ha incrementado en prácticamente todos los países, pero a distintas velocidades, sugiriendo así que las instituciones y políticas son relevantes para influir en la desigualdad.


EL IDH Y EL ICI A NIVEL MUNDIAL

La actualización del 2018 del Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por el PNUD, presenta los valores del IDH correspondientes a 189 países y territorios con los datos más recientes de 2017. Observando la tendencia desde 1990 se puede ver que a los niveles promedio del IDH han aumentado de manera considerable, un 22% a nivel global y un 51% en los países menos desarrollados. A su vez, el número de países dentro del grupo de desarrollo humano bajo ha disminuido de 49 a 38, mientras que el número de países dentro del grupo de desarrollo humano alto a aumentado de 46 a 59.

Sin embargo, un análisis desglosado de los indicadores del IDH muestra una distribución desigual de los logros en educación, esperanza de vida e ingresos también dentro de los países. En consecuencia, cuando el IDH se ajusta por la desigualdad, su valor mundial se reduce un 20%, pasando de un IDH de 0,728 a 0,582 (lo que representa una caída de la categoría de desarrollo humano alto a desarrollo humano medio.). En este sentido, se vuelve interesante comparar cómo han variado los valores del IDH y los valores del IDH ajustado por la desigualdad en las distintas regiones y grupos de desarrollo humano.


  • ·         Los países miembros de la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE) son los que tienen el mayor IDH promedio de 0.895, creciendo un 12,2% desde 1990. Pero no son una excepción al ajustarlo por desigualdad, ya que al igual que las regiones en desarrollo, su índice baja un 11,9%(0.788).

  • ·         Le sigue, en segundo lugar, Europa y Asia Central que es la región, entre las regiones en desarrollo, que presenta el mayor valor del IDH promedio (0,771) pero con un crecimiento desde 1990 que solamente fue de 18%.En paralelo, tiene el menor descenso total en IDH por desigualdad, un 11,7% (0.681), similar a la cifra de los países de la OCDE.

  • ·         América Latina y el Caribe ocupan el tercer lugar, con un índice de 0.758, habiendo crecido un 21% desde 1990. Sin embargo, cuando se ajusta por la desigualdad, el IDH se reduce un 21,8% (0.593) debido a la distribución desigual de los avances, en particular de los ingresos.

  • ·         Asia Oriental y el Pacífico es la región que ha registrado el segundo mayor crecimiento en el IDH entre 1990 y 2017, con un 41,8% (0.733), y al ajustarlo por desigualdad, experimenta una pérdida del 15,6% (0.619).

  • ·         Medio Oriente ha experimentado, un crecimiento desde un 25,5% en su valor del IDH (0.699). Sin embargo, los Estados Árabes pierden un 25% del HDI regional cuando éste es ajustado por desigualdad (0.523).

  • ·         Asia Meridional fue la región que más rápido ascendió entre 1990 y 2017, con un 45,3% (0.638), pero su descenso en el IDH ajustado por la desigualdad es de aproximadamente el 26% (0.471).

  • ·         Por último, el crecimiento de África Subsahariana fue bastante grande, con un 34,9% (0.537), pero ostenta la mayor pérdida regional debido a la desigualdad, un 31% (0.372).

Con respecto a Argentina, posee un índice de 0,825, lo que ubica al país en la posición 47, dentro de la categoría de muy alto desarrollo humano. Su evolución entre 1990 y 2017 fue de un 17.2%, pasando de 0,704 a 0,825. En relación a la región, se ubica por encima del promedio, pero si se la compara con los otros países de muy alto desarrollo, está por debajo. Pese a la mejora, cuando este valor se ajusta por desigualdad, el IDH cae a 0,707, una pérdida del 14,3%.

            Otro dato interesante que este índice refleja es que las disparidades en materia de desigualdad causan mayores estragos en los países con niveles de desarrollo humano más bajos. Así, los países con desarrollo humano bajo y medio pierden, respectivamente, un 31 y un 25% de su nivel de desarrollo humano debido a la desigualdad, mientras que, en el caso de los países con un desarrollo humano muy alto, la pérdida promedio es del 11%. 

            La relación entre los niveles de desarrollo humano y la calidad institucional si bien no es totalmente consecuencial, es por lo menos bastante evidente. A nivel mundial, la desigualdad en los ingresos es la que más contribuye a la desigualdad global, seguida por la educación y la esperanza de vida. En consecuencia, para lograr un mayor desarrollo humano es necesario que todas estas dimensiones estén adecuadamente combinadas, y esta situación solamente se podrá alcanzar si el país presenta un alto nivel de calidad institucional. En contraposición, un país que no tenga reglas claras, estables y consistentes, fomentará aún más la desigualdad y la pobreza.

            El Índice de Calidad Institucional elaborado por la Fundacion Libertad y Progreso considera diferentes indicadores elaborados por reconocidas instituciones  (seguridad jurídica, voz y rendición de cuentas, libertad de prensa, percepción de corrupción, competitividad global, libertad económica y factibilidad para hacer negocios). Observar cómo están posicionadas las regiones, permitirá confirmar que una alta calidad institucional implica una menos desigualdad.

            Al igual en el IDH, Europa ocupa  elprimer   lugar   con   un   promedio   de   0,7440,  seguida de Oceanía con 0,5723, luego América con  0, 5133,  Asia con  0,4295 y África  en  el último lugar con  0,2850. Cabe aclarar que  si se separa el continente americano, se obtiene una gran diferencia entre la calidad institucional de  Canadá y Estados Unidos y la del resto de los países americanos. Por ejemplo, los países latinoamericanos obtienen un promedio de  0, 4377  que los  acerca al de Asia.

            El caso de Argentina, es uno de los más significativos ya que en el último Reporte del 2018 ha subido 19 posiciones respecto al año anterior (hay que recordar el cambio de gobierno). La calidad de las instituciones políticas (que obtuvo un puntaje de 0,5337), fue una de las categorías en donde más avances se lograron con un 0.10 respecto del Informe del 2017; mientras que en la calidad de las instituciones de mercado (con un puntaje de 0,2490) el aumento fue de solamente un 0.06. El país obtiene su mejor calificación en lo que tiene que ver con su sistema democrático, especialmente en la categoría de medición de voz y rendición de cuentas.


CONCLUSIONES

            Argentina enfrenta, actualmente, desafíos en el corto plazo que se articulan con la necesidad de encarar asignaturas pendientes que trascienden al ciclo económico, el que transcurre, además, en una etapa no floreciente sino con inmensas incertidumbres sobre el mundo en general y la región en particular.

            Daría la impresión que en la etapa actual del ciclo económico internacional, en la cual se observa un contexto menos ventajoso para los países en desarrollo, los progresos obtenidos en los últimos años serán puestos a prueba.

            El motor del progreso y del desarrollo debe ser la productividad extendida a todo el sistema productivo (productividad sistémica) que, apalancada sobre un sistema de reglas de organización económica adecuadas, alienten la competitividad y promuevan la formación de cadenas de valor. Ello articulado con la inserción en el mundo, fruto de una inteligente lectura de los fenómenos que ocurren en el plano internacional, tanto en el campo económico cuanto en el político. Una lectura incorrecta condenaría a Argentina a la declinación y hundiría a una mayor parte de su sociedad en la marginación y en la pobreza, con las lacras que ello implica en términos de inseguridad, narco tráfico y violencia social.

            Claro está que el progreso no es lineal ni está garantizado, y las crisis y los problemas pueden hacer retroceder los logros. Más aún, los procesos de transición plantean dificultades políticas y sociales cuando se pretende mejorar el crecimiento a expensas de una mayor desigualdad distributiva o cuando se busca sustentar el crecimiento con una distribución de ingresos que socava la productividad. Por ello, es necesario que los dirigentes generen un equilibrio de políticas que son garantía de una mayor sustentabilidad histórica.

            Argentina se ha especializado en la producción agrícola, de derivados agroindustriales y de ciertos servicios. Esta política, que pareció suficiente hasta hace algunos años y que fue castigada en los últimos tiempos, como lo reflejan las exportaciones, es insuficiente. Se necesita repotenciarla, recuperando todo su vigor y, además, agregarle mucho más valor. Este último condimento es el crucial para el crecimiento y el desarrollo en mediano plazo.(En tal sentido, los desarrollos encarados en el sector energético en shaleoil y shale gas constituyen excelentes ejemplos.)

            Para ello urge adecuar la estructura productiva, devolviendo a aquellas actividades sustentadas en recursos naturales el lugar que deberían tener. Ventajas comparativas como tecnología y bioeconomía forman parte esta ecuación. Agricultura, minería ecológicamente sustentable, recuperación energética, son todas oportunidades disponibles. Así como una industrialización inteligente, innovadora y adaptativa.

            La agenda de esta estrategia es desafiante en múltiples planos: inserción internacional, modelo de acumulación-ahorro e inversión, recreación de un pacto de responsabilidad fiscal, acuerdo entre Nación y estados federales, educación y creación de empleos de calidad. A la par, protección e integración de los sectores desfavorecidos por el cambio del perfil productivo. En tal sentido, el mercado de trabajo debe estar en el centro de la estrategia y ser un ariete para abatir la pobreza.

            Transitar este camino obliga a mejorar las condiciones de empleabilidad, recuperar la ética del trabajo, mejorar drásticamente la focalización y asignación del gasto público y por supuesto mantener los balances macroeconómicos una vez que estos se logren recuperar.Como reflejan los datos, el hecho de vivir más no significa mejor calidad de vida, ni mayor tiempo de escolarización se traduce automáticamente en contar con las capacidades y competencias demandadas por el mercado laboral. Por lo tanto, al hacer un seguimiento de los futuros avances, será importante trasladar el foco de atención a la calidad del desarrollo humano.

            Lo expresado hasta aquí son aspectos parciales de esta temática crucial que debe enriquecerse con el enfoque de la educación, la salud, el derecho, las ciencias y la comunicación social. Todos aspectos que deben confluir para superar el flagelo de la pobreza. Ello permitirá estar en consonancia con el Papa argentino cuando nos dice que debemos contemplar la inmensa dignidad de la pobreza ya que basta mirar la realidad, para entender que esta opción es hoy una exigencia fundamental para la realización efectiva del bien común, tanto en Argentina como en la Tierra toda.


            

Salir de la pobreza - La propuesta de Pedro Opeka - por Jesús María Silveyra


Salir de la pobreza
La propuesta de Pedro Opeka
por Jesús María Silveyra (*)


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Aumenta la pobreza en Argentina. Parece un anuncio numérico más, como el del riesgo país, la inflación, o el del dólar. Pero, en la cruda realidad, no lo es. Detrás de los números hay gente de todo tipo: los que estaban fuera y caen en la indigencia, por pérdida laboral o baja del poder adquisitivo; los que vienen del exterior trayéndola consigo; los que siempre han estado allí y no pueden salir; los que van o vienen dependiendo de la coyuntura y las medidas que se tomen y también los que son sumergidos en la pobreza de la mano del esclavismo político.
Según cifras del Banco Mundial, la pobreza, medida en términos de ingreso per cápita diario, viene descendiendo fuertemente en el mundo desde hace décadas, pese al aumento de la población. Sin embargo, en nuestro país, no es así. Recuerdo que cuando yo era chico, se hablaba de menos del 5% de pobres y las cifras del mes de agosto de 2018 arrojan un guarismo anunciado del 27,3%. Claro que existieron años donde se pasó del 45%. Otra vez, números, porcentajes, que luego se transforman en rostros de niños, jóvenes, adultos y ancianos; y las villas miserias rodeando o adentrándose en el corazón de las grandes ciudades.
La pregunta es la de siempre. ¿Cómo salir de la pobreza? La respuesta es la de casi siempre. Generando trabajo y trabajando. Aunque en los tiempos que vivimos, al menos en Argentina, no todo el mundo quiere trabajar, ni agarrar “una pala” como se diría antes. La cultura del esfuerzo físico, artesanal o intelectual, se ha ido transformando. Techo, tierra y trabajo, se ha vuelto un reclamo eclesial, pero pocos son los que acercan instrumentos para lograrlo.
Gritar es hoy un trabajo. Piquetear, limpiar vidrios, lucrar con el alquiler o la “reserva” de espacios públicos, lograr planes sociales, etc… Todo esto, mientras en el mundo global, las nuevas formas laborales, electrónicas, robóticas y hasta galácticas lo vienen transformando todo y no van a parar. Es como una rueda del conocimiento y el avance científico-técnico que todo lo agiliza, para bien o para mal.
Los empleados de los peajes pueden ser reemplazados, los cajeros, los obreros de líneas de montajes y los choferes también. ¿Entonces? Si no somos capaces de recrear la cultura del esfuerzo y prepararnos para nuevas formas laborales, será cada vez más difícil para nuestro país superar el problema de la pobreza. La fórmula: trabajo, ahorro, inversión y más trabajo, pareciera estar fallando en nuestros esquemas y el populismo tiene mucho que ver en esto.
Seguiremos pensando que si no hay generación de  trabajo, ni gente dispuesta a trabajar, ni si el trabajo que se genera es formal, cada vez habrá menos población activa aportando para la seguridad social. Entonces, cuando seamos viejos, ¿dónde iremos a parar? Porque la expectativa de vida se estira y cada vez habrá más ancianos que si no remediamos las cosas también irán a formar parte de ese círculo de pobres dando vueltas para salir de la marginalidad.
Y de la pobreza al aumento del delito hay un paso corto, de calle angosta embarrada, para poder comer o progresar. Abandonar la educación tradicional que aparentemente no arroja resultados y trazar un camino más rápido subiéndose a una moto, agarrando un arma, vendiendo droga o colgándose el mote bravo de “sicario” barrial.
Las clases medias altas se defienden generando escudos de seguridad, barrios cerrados, fortalezas, portones automáticos, rejas, alarmas, defensas, derribando toda posibilidad de construir puentes de solidaridad. Cada vez son más los de un lado que los del otro y se pierde la noción de quién de ambos es el que está preso por las circunstancias.

En el año 2001, en plena crisis económica y política, paralela a la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, escribí una novela de ficción histórica, titulada: “Con gloria morir”. La tapa, una bandera argentina ensangrentada. Fue a raíz de un sueño que antes de despertarme se volvió pesadilla. Todo se venía abajo en nuestro país. Un personaje corriendo por la avenida 9 de julio hacia el río, viendo como se derrumbaban el Congreso, el Palacio de Tribunales, el Obelisco y, por supuesto, la casa de Gobierno. Al final de la corrida, en medio de manifestantes, piqueteros y saqueadores desaforados, un sol enorme emergiendo del río de la Plata. Rojo, como esa sangre salpicando la bandera.
Me desperté agitado pensando, el país se cae, ¿cómo reconstruirlo? Meditando, surgió la imagen de San Francisco de Asís y las palabras del Señor saliendo de la cruz de San Damiano, en aquella Italia del siglo XII: “Francisco, reconstruye mi Iglesia”. Francisco, el Poverrello de Asissi, pensó inmediatamente en reparar la iglesia de San Damiano, luego, abandonarlo todo e ir a reconstruir una pequeña capilla, mundialmente conocida hoy como la “Porciúncula”. Comenzó solo el trabajo, más tarde, contagió a sus amigos que fueron a ayudarlo y también lo dejaron todo por seguirlo. Piedra sobre piedra, hasta terminar la obra y pasar a otra etapa de su vida espiritual, en la que Francisco se daría cuenta que había que reconstruir los valores de la Iglesia.
La novela era simple. Recogía un puñado de imágenes de la película “Hermano sol, hermano luna”. Un líder, dando el ejemplo, basado en la humildad, esforzándose por amor a los demás, hablando de Cristo y de la libertad, invitando a compartir la forma de vida. En este caso, se trataba de un Presidente electo entre un grupo de manifestantes de aquella época en que se gritaba: “¡Que se vayan todos!”; ajeno a la política, que venía a cambiar el país, creando los “Centros de Esperanza”.
Se llamaba Francisco (a raíz del santo) y dedicaba buena parte de su gestión a levantar viviendas, escuelas, dispensarios y micro emprendimientos en los “Centros de esperanza”, que se iban multiplicando a lo largo del país. Pero no era sólo un anuncio de “sueños compartidos”, sino que él mismo se ponía al frente de las obras, vestido con overol. Conseguir tierras fiscales, donaciones de materiales, un arquitecto y sus dibujos, y manos a la obra. Un poverello del siglo XXI, invitando a colaborar a todos los marginados, a los piqueteros, a los desempleados, repartiendo su trabajo entre el obrador mañanero y la casa de Gobierno. Su gran lema: “Ser para que otros sean”. Por supuesto que llevaba consigo algunas otras banderas: libertad responsable, solidaridad efectiva, transparencia republicana e integración  nacional.
Lamentablemente, el sistema “autodestructivo” que azota la Argentina desde hace más de setenta años, lo terminaba asesinando en la puerta de la Catedral metropolitana, saliendo del Tedeum, un 25 de mayo. Sin embargo, el mensaje del libro intentaba ser positivo, ya que el vicepresidente (su discípulo), se comprometía a seguir con la obra de dar el ejemplo y enseñar a pescar. Conclusión, la novela sigue siendo válida hasta nuestros días, pese al cambio de los personajes políticos involucrados en la ficción.

En julio de 2003, unos meses después de haber publicado la mencionada novela, leí un artículo en el diario “La Nación” sobre un sacerdote argentino, de origen esloveno, llamado Pedro Opeka, que estaba en el país visitando a sus padres. Lo curioso era, que vivía en Madagascar, había fundado la obra humanitaria Akamasoa (que en lengua malgache significa: “los buenos amigos”), la que consistía básicamente en pueblos donde levantaron viviendas, escuelas, dispensarios, micro emprendimientos y hasta un hospital. “El sacerdote que rescató de las calles a miles de africanos”. “En lo que antes era un basurero, construyó una ciudad”; eran los títulos del diario. Al leerlo, no pude salir del asombro. Sí, era mi Presidente.
En aquel momento, teníamos con mi esposa y tres de nuestros hijos un programa semanal en radio Cultura que se llamaba. “Estamos en familia”. Inmediatamente, pensé: “tengo que conocerlo e ir a hacerle una entrevista”. El tema era cómo ubicarlo. Pregunté en el diario y en la Congregación de la Misión de San Vicente de Paul (de la que es sacerdote) y no obtuve más que un vago resultado: “creo que su familia vive en Ramos Mejía”. Guía de teléfono y suerte. Encontré el apellido Opeka (que en esloveno quiere decir: “ladrillo”) y di con el padre Pedro.
Al día siguiente atravesé yendo desde Pilar hacia Ramos Mejía, la autopista del “Buen Ayre”. ¡Qué nombre tan contradictorio para aquella vía, rodeada de basurales que despiden un olor nauseabundo y de villas miserias que no paran de crecer! En el camino me preguntaba también sobre la pobreza y cómo salir de ella, sabiendo que estaba por conocer a un luchador efectivo contra ella, un hombre que le ha puesto el pecho a este drama universal, pero no con palabras, sino con obras. Y recordaba aquella carta del apóstol Santiago repitiéndome: “Muéstrame tu fe sin las obras y yo te mostraré por mis obras mi fe”.
La vivienda era sencilla, de dos plantas, en un barrio de clase media, construida por Luis, el padre de Pedro, quien aún vivía y, junto a María, su esposa, me dieron los buenos días. Dos eslovenos de ojos claros, huyendo de los partisanos comunistas al término de la segunda Guerra Mundial, que habían llegado a la Argentina en 1948, “con una mano atrás y otra adelante”, como se solía decir. Se habían conocido en un campo de refugiados en el norte de Italia, se casaron y allí tuvieron la primera de sus ocho hijos, Bernarda, quien en los primeros tiempos de Buenos Aires dormía dentro de una valija. Pedro fue el segundo y nació el 29 de junio de 1948  en un hospital de San Martín. Debido a que coincidía con la festividad de los dos apóstoles, lo llamaron: Pedro Pablo, y su padre, Luis, al verlo, exclamó: “será Obispo”, porque la forma de su cabeza le hizo recordar a un Obispo de Eslovenia.
Lamentablemente, en este artículo, me tengo que concentrar en el tema propuesto y no en todo lo novelesco que podría contar y que volqué al año siguiente en el libro: “Un viaje a la esperanza. Salir de la pobreza con trabajo y dignidad”, sobre la obra humanitaria del padre Opeka. Lo cierto es que yo estaba sentado en el pequeño living de la casa, esperando que bajara “mi Presidente” y me diera la fórmula básica para salir de la pobreza. Al verlo, con su barba blanca bien crecida, su robusta contextura, los ojos claros, las manos grandes y encallecidas por el trabajo y una voz fuerte, casi imperativa, sentí que estaba frente a un profeta antiguo, pero revestido de una luz muy especial.
Ese día no me llevé una fórmula, sino una invitación a viajar a Madagascar y vivir junto a Pedro la experiencia de Akamasoa. Todo un desafío: por el lugar al que viajaría (está entre los veinte países más pobres del mundo); sus condiciones climáticas (padece continuos huracanes y ciclones) y sanitarias (Pedro allí se había contagiado y sufrido el paludismo); la distancia que me separaba de la gran isla recostada en el Océano Índico (tenía que hacer varias combinaciones de avión); mi escaso dominio del francés (segunda lengua que se habla en esta ex colonia, luego del malagasy); pero, fundamentalmente por el contacto que haría con el mundo concreto de la miseria. Pobreza que siempre había visto en Argentina, ayudando como podía, pero más bien desde lejos.
La experiencia fue fantástica, no sólo por conocer aquel pueblo tan especial, mezcla de asiático con africano, sino por poder descubrir el valor de un apóstol de los pobres, como lo es Pedro. ¿Fórmulas? Tres banderas: educación, trabajo y disciplina. Y otras tres: perdonar, olvidar y continuar. ¿Primeras sorpresas? Los carteles en los muros de los pueblos que decían: “El que no trabaja, que no coma” (frase de san Pablo); “Si tú no trabajas, ¿quién te dará de comer?” (pregunta muy simple y lógica); “El trabajo hace a la persona” (frase del pueblo malgache). Era un rotundo combate al asistencialismo populista al que recurríamos en Latinoamérica, muchas veces apoyado por la misma Iglesia. Y Pedro que me decía, ayuda temporal sí, pero acotada (llevan asistiendo en casi treinta años, en el “Centro de Acogida”, a más de medio millón de personas). A los niños, ancianos, mujeres abandonadas con hijos y discapacitados, por su puesto. Pero al que puede trabajar, trabajo.
Pero lo interesante es ver cómo nació la obra y cuál fue la propuesta inicial. Pedro había estado quince años en el sur de esta enorme isla (la cuarta más grande del mundo), primero como voluntario y luego de su ordenación sacerdotal (en la Basílica de Luján, el 28 de septiembre de 1975), como párroco. Allí se conectó rápidamente con la gente, lo hizo a través del deporte (jugaba muy bien al futbol y todavía lo hace a sus 70 años) y ayudando a construir capillas y viviendas. Claro, porque este “albañil de Dios” había aprendido con creces el oficio de su padre. Y a la hora de ayudar, no lo hacía hablando, sino trabajando codo a codo con el pobre: levantando paredes bajo la lluvia o cosechando arroz hundido en el barro. Estar en medio de la gente, ayudando a la gente a salir de su condición, ese era su sentido de la “compasión” cristiana y sacerdotal. Tendiendo un brazo, para sacarlo del pantano donde lo veía hundirse. Enseñar a pescar, más que repartir pescado. Rebelarse contra la pobreza por amor, en lugar de aceptar y hasta fomentar el “pobrismo”.
Pero el estar junto a la gente y beber el té que le convidaban o comer del mismo plato, lo fue contagiando de enfermedades, entre ellas la “malaria”, que lo ponía a prueba por las noches, retorciéndolo de fiebre, los temblores y los espasmos corporales. Así, a principios de 1988, débil y enfermo, Pedro viajó a la capital de Madagascar, que tiene un nombre difícil de pronunciar: “Antananarivo” (o, simplemente, Tana), dispuesto a pedir un año sabático a las autoridades de la Congregación, para reponerse de semejante mal.
Los lazaristas, en cambio, le pidieron seguir trabajando, trasladándolo del sur de la isla a la capital, para hacerse cargo de la formación de los seminaristas, misión que asumió al año siguiente. Para él, 1989, sería un año de cambio radical de vida. “Porque soy débil, soy fuerte”, dice san Pablo. Y cuanto más débil estaba el padre Opeka, más le pediría el Señor. Primero, en abril, llegó al país el Papa Juan Pablo II. Tuvo un encuentro con los jóvenes católicos en un estadio colmado. Pedro, lo vio por televisión en el Seminario y no pudo olvidarlo. Una niña, muy pobre, cargando a su hermanito en la espalda, rompió las medidas de seguridad y se acercó a donde estaba sentado el Santo Padre. Juan Pablo II la besó, casi al borde del llanto. La foto recorrió el mundo y se hundió en el corazón del padre Pedro. Luego, un día, recorriendo en moto las afueras de la capital, fue hasta el gran basural y vio a dos niños peleando por un trozo de comida con los cerdos. Fue suficiente. Se dijo: “Esto no es obra de Dios, sino de los hombres, tengo que hacer algo”.
A los pocos días, el 20 de mayo, Pedro regresó al basural, donde todos eran hombres de color sorprendidos ante la presencia de un hombre blanco, rubio y de ojos celestes. Les dijo que quería hablar con ellos. Insistió en pasar a una casa de cartón, de un metro veinte de altura. Se abajó, se hizo uno con ellos y les propuso: “Si ustedes están dispuestos a trabajar, yo los voy a ayudar”. Tan simple como eso. Él se ocuparía de conseguir tierras, materiales y herramientas. Y así nació la “historia de amor o aventura de Dios, de Akamasoa”, como suele llamarla Pedro. Si ustedes quieren dar una mejor vida a sus hijos tienen que salir de aquí.
Y la tarea inicial no fue fácil, porque la gente del basural era identificada en Madagascar, como la de las cuatro “Mi” (Misoko, por el abuso de alcohol; Mivaro, por la prostitución, Midoroka, por el consumo de droga y Miloka, por el juego). Gente difícil, pero que estaba dispuesta, ante la convicción que les transmitía Pedro, a darse una oportunidad, más que nada por sus hijos. Primero, consiguieron después de mucho trabajo un campo a unos kilómetros de la capital; luego, a través de amigos de Pedro en Francia, donaciones, para la compra de materiales, herramientas y comida; más tarde, se unieron algunos jóvenes voluntarios que Pedro conocía del sur; y así partieron las primeras familias pobres del basural hacia un lugar que llamaron “Cristo Rey”.
Como la experiencia del campo comenzó a dar resultados y el Gobierno no les daba más tierras fiscales, comenzaron a construir el segundo pueblo junto al mismo basural, “Andranalitra”, y más tarde, un poco más arriba, sobre una colina, “Manantenasoa”. Tierra, trabajo de la gente involucrada y ayuda externa para las obras. Hoy, son cinco pueblos que albergan cerca de 30.000 habitantes permanentes y el ya mencionado “Centro de Acogida”, en el que se da ayuda temporal a los desnutridos, enfermos y afligidos. Asimismo, hay escuelas, un Liceo y están por fundar una Universidad. Tienen dos cementerios, un estadio polideportivo y un gimnasio gigante, con cabida para más de 10.000 personas, donde suele celebrarse la misa dominical. Además está la cantera, los talleres donde se reparan autos, se fabrican bancos o se produce mantelería y cestería. Por último, los dispensarios y el hospital.
Pero volvamos a las tres grandes banderas: educación, trabajo y disciplina. Una de las primeras premisas fue la obligación de educar a los hijos, sacarlos del basural y de andar mendigando en la capital. Después, el trabajo, también obligatorio para aquellos que pudieran hacerlo, sea dentro o fuera de la Asociación. Porque dentro de la Asociación se necesitan obreros y prestadores de todos los servicios, pero se les da libertad de buscar afuera también trabajo. Y la cantera, sirve de paliativo útil ante la necesidad, ya que por el momento no se agota. Con la piedra se hacen cimientos y calles, pero también se vende al mercado. Por último, la disciplina, cumplir con ciertas reglas básicas para ser miembro de la Asociación, caso contrario se los puede expulsar. Veinte reglas que se agregan a las del código civil (no robar, no matar, no traficar, etc…). Son normas éticas y morales para asegurar la sana convivencia comunitaria. Por último, los miembros, tienen acceso a la vivienda permanente, luego de ciertos años de prueba y pagando un módico precio por la misma.
Después, me queda decir algo sobre las otras tres banderas del padre Opeka: perdonar, olvidar y continuar. Banderas sobre las que hemos conversado un poco más durante su reciente visita en julio de 2018 a la Argentina, tanto a solas, como con altos funcionarios del Gobierno, entre ellos, el Presidente de la República. Es que para llevar a cabo una obra de este tipo, según Pedro, todos los días hay que estar perdonando y olvidando, lo que nos hacen, aun los más cercanos colaboradores, para poder continuar adelante con una lucha que nunca termina. Porque tanto en Argentina como en Madagascar, siempre habrá gente golpeando la puerta en busca de ayuda.
Una vez, hace muchos años, durante una conferencia le pregunté al padre Opeka: ¿cómo se sale de la pobreza? Y me respondió que no hay una fórmula exacta, por más que decenas de expertos han ido a Madagascar a darle consejos. “Se sale con el corazón, con esfuerzo, con esperanza, desarrollando los talentos que Dios nos ha dado…porque si no, al hombre que no crea, que no trabaja sus talentos, le falta algo y no puede ser totalmente persona”. En una palabra, sólo el trabajo dignifica y nos hace personas.
Pedro ha vuelto a Madagascar. Yo sigo acá, pensando en que también debo hacer algo y luchando para que Argentina lo proponga como candidato al “Premio Nobel de la Paz” (como ya lo han hecho en otras oportunidades: Francia, Mónaco y Eslovenia). Claro que nadie es profeta en su tierra. Una lástima, pero tengo esperanza de que entre muchos, logremos impulsar que le den ese premio, no tanto por él ni por su fe, sino por sus obras.

(*) El autor es escritor y Licenciado en Administración de empresas. Todos los derechos reservados. jesusmariasilveyra@2018

Posibles soluciones para la pobreza en Argentina por Carlos I Martinez Luna

POBREZA EN ARGENTINA Y SUS POSIBLES SOLUCIONES


Ingeniero Carlos I. Martínez Luna


1 El problema de la pobreza en Argentina ha tomado estado público a partir de encuestas informando que los niveles de pobreza superan el 30% de la población del país. Semejante índice resulta inaceptable para un país como el nuestro, que cuenta con importantes recursos naturales y poca población, mal distribuida en su territorio y concentrada mayoritariamente en la denominada pampa húmeda. Cabe entonces preguntarse cuáles son las causas de la pobreza y qué medidas podrían tomarse para disminuirla, dado que tal es el objetivo al que toda sociedad debe aspirar. 


Cabe distinguir claramente dos situaciones: 


  1. La pobreza como consecuencia del desempleo coyuntural, el cual disminuye o anula los ingresos de la población afectada restringiendo su nivel de vida y ocasionando problemas sociales de toda índole. 
  2. La pobreza que llamo “estructural” donde la falta de trabajo no es circunstancial sino consecuencia de la carencia absoluta de condiciones naturales que lo posibiliten. 

Para resolver ambas situaciones el Estado tiene la misión irreemplazable de actuar, posibilitando la creación de trabajo productivo que debe ser dado por la empresa privada en sus distintas actividades y por el Estado mismo a través de la ejecución de importantes obras para mejorar la infraestructura del país. 

La inversión privada debería ser alentada por el Estado entre otras acciones dando seguridad jurídica, tomando las medidas necesarias para disminuir la inflación a valores menores de un dígito, efectuando la reforma tributaria que premie la inversión productiva hoy en desventaja respecto a la financiera; en definitiva tomando las medidas necesarias para promover la creación de empleo genuino. 


También el Estado debería crear empleos no burocráticos ejecutando obras de infraestructura muchas veces postergadas, tal como caminos, ferrocarriles, puertos, diques etc. 


Reflexionemos que solamente en los 24 partidos del Gran Buenos Aires habitan más de 11.000.000 de personas muchas sin los servicios básicos de agua, cloacas, pavimentos, gas y transporte cuya carencia influye en la calidad de vida de la población empobreciéndola material y espiritualmente. 


Asimismo es misión del Estado velar por la calidad del medio ambiente encarando definitivamente el postergado saneamiento de las cuencas de los ríos Matanza y Reconquista, convertidos éstos actualmente en un transporte fluido de desperdicios, y al mismo tiempo construir las necesarias plantas de tratamiento de efluentes para no continuar contaminando las aguas del Rio de la Plata. 


Simultáneamente se debería mejorar substancialmente la calidad de la educación para que los jóvenes, entre los que se encuentra el mayor índice de desempleo, adquieran la formación necesaria para cumplir con los cada vez más exigentes requerimientos laborales, permitiéndoseles acceder también al conocimiento de las nuevas tecnologías (robótica, impresión 3D, nuevas energías etc.), que se incorporarán en los próximos años. 


El Estado también debería apoyar con créditos y becas de estudio. Todas estas medidas deberían ser adoptadas en el corto plazo pero sostenidas a largo plazo; por tal motivo, y con el fin de asegurar su continuidad, es fundamental un acuerdo entre las diversas fuerzas políticas que actúan en nuestro país. 


Analicemos ahora un ejemplo de cómo proceder donde existe una pobreza estructural. Me refiero concretamente a la región semiárida y desértica del Gran Chaco Austral, a la cual me he referido en un anterior trabajo presentado en esta misma Academia del Plata. Dicha vasta región está formada por gran parte de las provincias de Santiago del Estero, Chaco, Formosa y este de Salta con una superficie de 250.000 km2. 


La escasa población que habita en esta zona se encuentra en niveles mínimos de subsistencia pues carece de las posibilidades de progreso y calidad de vida de las que gozan los habitantes de la pampa húmeda. ¿Qué hacer ante esta realidad? 


Viene a mi memoria el Evangelio de San Lucas 16, 19-31 con la parábola del rico sin nombre que daba grandes banquetes y el pobre Lázaro que yacía en la puerta de su casa y sólo se alimentaba con los mendrugos que caían de su mesa. En la parábola el rico es condenado, no por rico sino por ignorar al pobre, continuando indiferente su fastuosa vida. 


Me pregunto: ¿no estamos los argentinos como sociedad actuando de la misma manera? 


Pongo como ejemplo concreto el caso previamente mencionado del Gran Chaco Austral: Se realizaría una importante obra sobre el río Santa Cruz ubicada en el extremo sur de la Patagonia consistente en dos diques que generarán 1.350 MW. de potencia. Se trata de una importante inversión cuyo único propósito es llevar más energía eléctrica a la zona de la pampa húmeda. La obra fue adjudicada por el anterior gobierno después de varias fallidas licitaciones a un consorcio formado por la empresa china Gezhouba Group y las argentinas Electroingeniería e Hidrocuyo, financiando China con 4.500 millones de dólares. El costo de la ejecución de los diques deberá incrementarse con el que resulte por el tendido de la línea de alta tensión hasta los centros de consumo dado que no hay demanda de energía en la provincia de Santa Cruz. 


El actual gobierno que recibió como herencia esta obra no prioritaria, de elevado costo y con graves falencias técnicas, introdujo cambios imprescindibles ajustando su tamaño, realizando los estudios de impacto ambiental y cumpliendo con la audiencia pública que dispone la ley. 


China presiona para ejecutar la obra y ante la amenaza de que se aplique la cláusula de cross default, el actual gobierno parecería dispuesto a autorizar la obra con las modificaciones introducidas. 


Pregunto yo: ¿No sería posible negociar con China para direccionar esa enorme inversión hacia otra gran obra, que considero prioritaria y que es el aprovechamiento integral del río Bermejo? 


Como vimos anteriormente hay un desierto en Argentina, el Gran Chaco Austral donde el recurso crítico es el agua. Sin embargo los estudios edafológicos efectuados indican que sus tierras son aptas para la actividad agrícola ganadera pero necesitan agua y ésta se encuentra en el río Bermejo. Este río nace en Bolivia y después de un corto trayecto ingresa a Argentina recibiendo numerosos afluentes que engrosan su caudal; estamos en la denominada alta cuenca. A partir de Oran en Salta se convierte en río de llanura, es el límite entre las provincias de Chaco y Formosa y con un recorrido de casi 1.000 km. finalmente desagua en el rio Paraguay.  


Hay un antiguo e importante proyecto de utilizar su agua con un múltiple propósito: navegación, riego, provisión de agua para consumo humano, electrificación, control de sedimentos, control de crecidas y eventualmente acceso de Bolivia al Atlántico. Para ello se deben construir un dique de cabecera en Zanja del Tigre en Salta para regular su caudal y tres más pequeños en afluentes en la alta cuenca así como dos canales de navegación desde el dique cabecera, uno hasta Barranqueras (Chaco) y otro hasta el puerto de Santa Fe en el rio Paraná. 


Se trata de una OBRA FUNDACIONAL pues se regarían miles de hectáreas, desarrollándose así una importante actividad agrícola, ganadera y forestal, dando trabajo digno a miles de compatriotas que hoy no lo tienen y que por ello emigran a grandes ciudades. Esta obra permitiría también la generación de un círculo virtuoso y una inversión del proceso de éxodo poblacional; fomentando el descongestionamiento de las grandes urbes atrayendo hacia el Gran Chaco Austral la radicación de industrias y nuevos pobladores que requerirán viviendas, caminos, escuelas, hospitales, templos comunicaciones e internet. 


Además las obras de ingeniería en la alta cuenca controlarían los sedimentos que aporta el río Bermejo al río Paraná y al Río de la Plata que hoy deben ser dragados continuamente con un alto costo. Entiendo podría intentarse acordar con China la ejecución y financiamiento de esta obra en reemplazo de las represas del río Santa Cruz y recordando que China ha tenido, tiene y tendrá necesidad de alimentos (en especial con la derogación de la ley del hijo único) se podría convenir la entrega de parte de la producción agropecuaria generada por el riego en el Gran Chaco Austral, pactando cantidades, precios y condiciones. 


Subrayo que además de la generación de nuevos empleos y el combate de la pobreza, estaríamos introduciendo un cambio demográfico importante en Argentina distribuyendo su población en forma más razonable. En caso de no poder lograrse este acuerdo con China, el actual gobierno, con visión de estadista podría actualizar el proyecto existente, cumplir con el estudio previo de impacto ambiental y audiencia pública y comenzar las obras, que tal vez no serían inauguradas por la actual administración sino por una posterior. 


Esto establecería algo que nuestro país necesita: una política de estado de continuidad para los grandes proyectos nacionales cuya ejecución y terminación uniría a los argentinos en la búsqueda del bien común superando enfrentamientos y fracasos que impiden construir el gran país que anhelamos.


 El tema de la pobreza y la explícita condena evangélica a la indiferencia hacia el pobre me impulsa a presentar este trabajo a la Academia del Plata cuyo objetivo estatutario es dar testimonio del pensamiento católico en las ciencias, las letras y las artes. 


Cada uno de nosotros verá lo que está a su alcance hacer para no pasar indiferente ante la pobreza, siendo esta propuesta un aporte que yo puedo efectuar. Es el momento de recordar la parábola del sembrador que con esperanza realiza su trabajo esparciendo las semillas, cayendo algunas en tierra fértil y que darán oportunamente sus frutos. Quiera Dios que lo mismo suceda con esta propuesta.